miércoles, 10 de abril de 2013

Un simple punto de vista legal


¡Ay de aquél que a cualquiera llame maestro!


Aníbal Laguna / anibalaga@hotmail.com


Unos de los temas más comentados en los cafés en los últimos días ha sido el referente a los maestros, tanto por el encarcelamiento de su lideresa nacional como por el comportamiento en grupos de maestros en diferentes estados de la república.
Pero quiero iniciar esta reflexión con la anécdota de un compañero de escuela, gran amigo y excelente abogado. Dice así:
Una mañana cuando nuestro nuevo profesor de “Introducción al Derecho” entró en la clase, lo primero que hizo fue preguntarle el nombre a un alumno que estaba sentado en la primera fila:
—¿Cómo te llamas?
—Me llamo Juan, señor.
—¡Vete de mi clase y no quiero que vuelvas nunca más! —gritó el desagradable profesor. Juan estaba desconcertado. Cuando reaccionó se levantó torpemente, recogió sus cosas y salió de la clase. Todos estábamos asustados e indignados pero nadie dijo nada.
—Está bien. Ahora sí, ¿para qué sirven las leyes?...
Seguíamos asustados pero poco a poco comenzamos a responder a su pregunta: “Para que haya un orden en nuestra sociedad”… —¡No! —contestaba el profesor. “Para cumplirlas”… —¡No! “Para que la gente mala pague por sus actos”… —¡No! ¿Pero es que nadie sabrá responder esta pregunta?... “Para que haya justicia”, dijo tímidamente una chica. —¡Por fin! Eso es: para que haya justicia. Y ahora ¿para qué sirve la justicia?
Todos empezábamos a estar molestos por esa actitud tan grosera. Sin embargo, seguíamos respondiendo: “Para salvaguardar los derechos humanos”… —Bien, ¿qué más? —decía el profesor. “Para discriminar lo que está bien de lo que está mal”... —Seguid. “Para premiar a quien hace el bien”. —No está mal, pero respondan: ¿actué correctamente al expulsar de la clase a Juan?
Todos nos quedamos callados, nadie respondía.
—Quiero una respuesta decidida y unánime. “¡No!” —dijimos todos a la vez. —¿Podría decirse que cometí una injusticia? “¡Sí!” —contestamos.
—¿Por qué nadie hizo nada al respecto? ¿Para qué queremos leyes y reglas si no tenemos la valentía para llevarlas a la práctica? Cada uno de ustedes tiene la obligación de actuar cuando presencie una injusticia. Todos. ¡No vuelvan a quedarse callados nunca más! Vete a buscar a Juan —dijo mirándome fijamente. Aquel día recibí la lección más práctica de Derecho...
Quizá esto nos pueda hacer reflexionar en diferentes áreas dentro de nuestra estructura como Estado y Sociedad, pero concederemos este espacio a nuestra área de educación.
En la pasada reforma educativa no se aprecia ni en su exposición de motivos, y menos en su contenido, la intención de mejorar de fondo nuestro sistema educativo. ¿Dónde están las clases de civismo?, ¿por qué reducen cada vez los hechos de nuestra historia en los libros de texto?
Si bien es cierto que la información que imparten en las escuelas no deja de ser importante, ¿por qué no nos enseñan a pensar? ¿Por qué se ha deshonrado una figura tan importante en nuestra sociedad como la del maestro?
Desgraciadamente todo parece indicar que la desintegración familiar es el objetivo primario de los gobiernos capitalistas y su notoria influencia en el proceso educativo. Que no se nos confunda, los golpes a la lideresa del SNTE no van encaminados a la mejora de la educación en nuestro país, van encaminados realmente al relevo del poder de uno de los sindicatos más poderosos en México. El actual gobierno no quiere sufrir los chantajes electorales de Elba Esther Gordillo, quieren un líder fiel a los principios del gobierno.
Ahora bien, lo extremadamente peligroso es que por esa debilidad en la educación y la cultura en nuestra sociedad actual, muchos le han perdido la noción y el miedo a lo injusto, al castigo, puesto que la impunidad reina y lamentablemente cada vez más mexicanos se unen al bando de los malos. Califiquemos a los maestros pero también califiquémonos a nosotros mismos. ¡A reflexionar!

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