miércoles, 10 de abril de 2013

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La alternancia, ¿en stand by? 



El gobierno del ‘cambio verdadero’ que encabeza Arturo Núñez Jiménez cumplió los primeros cien días de los dos mil 190 que le tocará conducir los destinos de este Tabasco atribulado por condiciones de pobreza de la mayoría de su población, por un campo en ruinas, por indicadores de competitividad por los suelos, por deficiencias en servicios básicos como salud, por los problemas de inseguridad y desempleo que se han mantenido más allá de cuál sea el partido en el poder, y por los escándalos de corrupción desmedida del último régimen priista en ocho décadas. 

Fernando Hernández Gómez / fdohernandezg@hotmail.com


Es difícil evaluar resultados ahora, no sólo porque no se perciben y probablemente porque algunos de los nuevos funcionarios no han terminado de tomar posesión de sus ínsulas de poder, sino sobre todo porque cien días es un lapso muy corto para obtener resultado si se parte del escenario caótico en que se recibió la administración estatal: arcas vacías, déficit presupuestal milmillonario propiciado por pasivos de corto plazo, y deudas bancarias de largo plazo que comprometen una cuarta parte de las participaciones federales, que son la principal fuente de sustento del aparato gubernamental.
Un amplio sector de la población, o más bien los grupos identificados con el régimen priista que gozó de las mieles de poder hasta el 31 de diciembre, esperaban y exigen cambios y soluciones de forma más acelerada, inmediata, que el gobierno de alternancia no ha podido resolver ni satisfacer, porque por momentos pareciera que la agenda del cambio está entrampada en ese complejo asunto que no es otro que el compromiso de llevar a la cárcel a quienes saquearon las arcas públicas por una gavilla de ex funcionarios a cuya cabeza la sociedad ubica al ex gobernador Andrés Granier Melo.
En el régimen nuñista existe conciencia plena de que este momento —la exigencia de resultados prontos— llegaría más temprano que tarde. Apenas el calendario político marcó tres meses de gestión, y se desataron las críticas y reclamos por situaciones no atendidas o sin resolverse. La dirigencia priista y su bancada en el Congreso local se pusieron al frente de los cuestionamientos. Pero el PAN no se quedó atrás: el jefe de su fracción legislativa, Francisco Castillo Ramírez, ha destacado que “se le ha quedado a deber a la gente”.

LA ‘DOBLE MORAL’
Desde el 21 de marzo, el secretario de Gobierno, César Raúl Ojeda Zubieta, advirtió este escenario. “Las exigencias también se acumulan entre la opinión pública y los partidos políticos, cuyas voces cuando claman resultados son legítimas, pero no hay que olvidar que al exigir cuentas en el arranque de la administración existe una abultada herencia disfuncional y autoritaria de hacer política, cuyos problemas se encuentran profundamente enraizados y enredados”, señaló.
Ese día que le tocó ser orador oficial en la conmemoración del natalicio de Benito Juárez, el político jonuteco justificó la ausencia de los resultados esperados. Dijo: “No somos ajenos a los cuestionamientos que nos seguirán formulando la sociedad civil, los medios de comunicación y los partidos políticos, aunque de ninguna manera aceptaremos ser ni espectadores ni cómplices de los desórdenes e irregularidades cometidos por quienes están plenamente identificados por la opinión pública; tampoco aceptaremos emitir decisiones autoritarias ni precipitadas para resolver de manera superficial lo que requiere una ingeniería política de fondo”.
Sin embargo, aclaró que no todas las objeciones son bienintencionadas. “Distinguimos —indicó— entre la crítica objetiva e imparcial de los ciudadanos, que han hecho sentir su urgencia para que el gobierno comience a tomar acciones, y aquéllas voces enteradas que hoy exigen cuentas y señalan culpables, sin reparar que en el pasado se mantuvieron calladas, ya sea por conveniencia al formar parte del régimen de privilegios, o que se abstuvieron de denunciar los ilícitos para no confrontarse abiertamente con los poderosos”.
Ojeda Zubieta manifestó que desde el gobierno de Núñez “detectamos una doble moral”. Y argumentó: “No es lo mismo haber sido un ciudadano o empleado público que vivió la zozobra de la exclusión o el despido, que aquél funcionario de alto nivel que participó premeditadamente en la protección de las decisiones irregulares; el que toleró el desvío de recursos a sabiendas del enorme perjuicio causado a la hacienda pública; o de aquél amanuense que planeaba estrategias para engañar y confundir a la opinión pública”.
Abundó: “presenciamos de parte de ellos una oleada de críticas a la corrupción y el llamado a la reconstrucción radical de las instituciones, cuando antes del 31 de diciembre pasado dichas voces fueron complacientes y generosas en elogios al gobernante al turno”.
No dio nombres, pero dibujó el perfil de los destinatarios de su discurso: “Hoy se quejan —prosiguió— de lo que provocaron con su inacción y complicidad, y reclaman acelerar el paso de las transformaciones que presumieron pero que nunca hicieron; o urgen a aprobar las reformas profundas que ellos mismos bloquearon y no legislaron; o presionan por medidas de disciplina presupuestaria que ellos nunca instrumentaron. En menos de tres meses se convirtieron en apóstoles de la democracia y la honestidad, cuando disfrutaron largamente de un régimen de abusos y engaños”.
Y remató su discurso con una sentencia-compromiso: “No venimos a una especie de juego de máscaras para simular que todo va a cambiar para seguir igual, sino hemos decidido dar la cara para enfrentar todos los riesgos y conflictos que implica desarmar un complejo régimen de privilegios e impunidades que nunca se había visto”.

“DE QUE VAMOS A CAMBIAR…”
El 5 de abril, durante el Foro Estatal Tabasco —como parte de la consulta para la integración del Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018— y en presencia del secretario de Educación, Emilio Chuayffet Chemor —con quien laboró como subsecretario cuando fue titular de la Segob—, Arturo Núñez garantizó que “el cambio verdadero va a ser”.
Aprovechó que estaba ante representantes de diversos sectores de la sociedad y, sobre todo, los dirigentes de los siete partidos con presencia en el estado, para asegurar que “estamos trabajando para reordenar las cosas; estamos haciendo los mejores esfuerzos por racionalizar un presupuesto con disponibilidades limitadísimas. Pero de que vamos a cambiar, de hecho ya lo estamos haciendo, hay nuevas prácticas en las relaciones políticas y todo habrá de ser para bien de Tabasco. Esa garantía pueden tenerla los tabasqueños”.
El mandatario tabasqueño sabe que, contra lo que digan sus adversarios, sus detractores e incluso esos ‘amanuenses’ a que se refirió su secretario de Gobierno, goza de la confianza de los tabasqueños para emprender los cambios de fondo que se requieren en los ámbitos legislativo y administrativo.
Sabe también que en su equipo hay colaboradores que difícilmente podrán dar los resultados que espera de ellos, y que a unos deberá hacerles marcación especial para que no se atasquen o fallen en sus obligaciones, y a otros, de plano deberá dar las gracias porque no dan el ancho, ni en cien ni en mil días y sus noches.
Y si no debe temblarle la mano para meter a la cárcel a quienes erigieron cuantiosas fortunas personales con el patrimonio de los tabasqueños —así sea el propio ex gobernador—, tampoco para hacer ajustes en su equipo; para quitar a los que no funcionen, a los que creen que se pueden resolver los problemas desde los desayunaderos y en horas hábiles. Su oportunidad ya la tuvieron y si el café se les enfrió estos cien días y no hicieron nada, será su problema.
Arturo Núñez no puede dejar que se desvanezca el bono democrático que representó la alternancia en el poder por la ineficacia de algunos funcionarios, ni por los chantajes de dirigencias partidistas —incluida la suya—, ni por la incompetencia del mando de la nueva mayoría legislativa. Todavía tiene que demostrar que es el líder, esa autoridad, esa ‘cabeza’ a que se refirió Chuayffet para conducir a la sociedad tabasqueña, para que ésta pueda remontar sus problemas y lograr esa aspiración que ha tenido toda su vida, “de volver a Tabasco un estado más grande”.  

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