Es una especie invasora que ya se ha asentado en nuestros ambientes acuáticos y debe ser observada más como un recurso que como plaga
Alejandro Esquivel C. / alesquivelc@hotmail.com
De acuerdo con datos de 2012, existe una lista de mil 284 especies exóticas en el país y actualmente un grupo de expertos realiza un análisis preliminar para 606, que considera 11 criterios para identificar su grado de ‘invasividad’. Con esto se hará un listado oficial de aquellas especies potencialmente riesgosas para el país y que requieren de manera prioritaria acciones de prevención, control o erradicación. Hasta el momento se han ponderado 185 especies.
El pez diablo (loricarido) se le encontró por primera vez en 1997 en el río Pichucalco, Chiapas, pero se ha extendido a otros cauces y ya se le encuentra en diversos ríos y lagunas de Tabasco, “no se sabe cómo llegó a esos cuerpos de agua”, indica Erick Sánchez, estudioso de la biología de peces de la División Académica de Ciencias Biológicas de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT).
Se trata de una especie que se utiliza para la limpieza de los cristales de las peceras, se alimenta de la película de bacterias que se encuentra en los troncos o las algas, y cuando nada raspa esas capas que también sirven de alimento a otras especies.
“No es un depredador que consuma otros peces, pero sí afecta el alimento de otros, así como la anidación de especies nativas que colocan sus nidos sobre las rocas en el fondo del agua, los cuales son arrasados por los peces invasores”, agrega.
En la vida silvestre, estos ejemplares se encuentran en cardúmenes o bancos muy grandes, “sobre los cuerpos de agua se ven manchas enormes que avanzan sobre los cauces con unos 10 mil o 15 mil ejemplares”.
Por este hábito provocan un problema, además de que en su cuerpo tienen espinas que se enredan en las redes de los pescadores, lo cual afecta la producción comercial de mojarras como la tenguayaca, la castarica y la paleta.
La reproducción de este pez es muy rápida; puede tener de 500 a 12 mil huevos. “Hace nidos dentro de agujeros que cava en los taludes de las márgenes de ríos o fondos de lagunas, en los cuales coloca los huevos y los cuida”, explica el investigador de la UJAT.
El número de agujeros es tan grande que contribuye al proceso erosivo de la corriente de los ríos y puede provocar el desplome de las paredes, agrega en entrevista.
La ocupación de estas áreas constituye una competencia por espacio para la colocación de nidos de especies nativas, como es el caso de las mojarras de agua dulce que son parte de la pesca artesanal de agua dulce.
El único control que parece viable para el pez diablo es su aprovechamiento e incorporación a actividades productivas. “Es una especie invasora que ya se ha asentado en nuestros ambientes acuáticos y debe ser observada más como un recurso que como una plaga”, expresa el investigador, quien indica que en el caso del Sugar Glider, “es necesario que desde este momento se tomen las previsiones necesarias para que no suceda como con el pez diablo”.
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