lunes, 4 de marzo de 2013

Llegan desde Chiapas, ‘pa’servir a usted’


Por cien pesos al día: barren, trapean, sacuden, lavan trastes, asean los baños, hacen mandados… y hasta soportan malos tratos de los patrones 

Alejandro Esquivel C. / alesquivelc@hotmail.com


A Manuela hay que sacarle las palabras con tirabuzón. Es tzotzil, de piel morena y pómulos abultados, retraída y rara vez arranca la mirada del piso. Mientras sus amigas abren una lata de atún para untarlo en un pan, con frases cortas platica que hace un año salió de San Juan Chamula, Chiapas para trabajar en una casa del fraccionamiento Galaxia.
“Me pagan 100 pesos por día”, nos dice.
—¿Y qué haces? —se le pregunta.
“Barrer, trapear, sacudir, y hay veces que me ponen a lavar baños”.
—¿Es muy pesado?
“No. Ya me acostumbré”, expresa con resignación.
María es otra jovencita, más desenvuelta. “Trabajo de ocho a una (de la tarde); depende de a qué hora acabe, y me pagan 100 al día. A una casa voy lunes, miércoles y viernes; martes y jueves a otra, y los sábados en un departamento”, nos relata. Y presume: “Me dieron 300 pesos de Navidad en una casa”.
—¿Te han maltratado? —le inquirimos.
“A mí no… Hay que agarrar el modo. A mi mamá sí la regañan feo. También trabaja así. Depende de los patrones que te tocan”, indica.
Manuela y María aún tienen rostros infantiles y sueñan con estudiar la prepa, aunque aún no sepan leer ni escribir. Menuditas ellas, son de las pocas trabajadoras del hogar que aún acuden al parque La Choca.
Este lugar era punto de reunión para trabajadoras del hogar de la zona de Tabasco 2000, donde domingo a domingo se encuentran para platicar sus anécdotas de la semana, o algunas, para verse con el novio, generalmente un trabajador de alguna construcción cercana al que acaban de conocer.
Cuenta un vecino del lugar que existen señoras de fraccionamientos aledaños al parque que se han quejado “porque las sirvientas dan mal aspecto; sobre todo si están con sus arrumacos con sus noviecitos”.

“COMO DE LA FAMILIA”
Doña Cata es de las que ya no van al parque. Es una mujer chiapaneca que gana 600 pesos semanales. “A mí me quieren como de la familia. Ya llevo seis años trabajando”, presume al comentar que a ella sus patrones le dan un cuarto de azotea para vivir.
Al mencionarle términos como fondo de ahorro, reparto de utilidades, prima vacacional,  vales de despensa, fondo para el retiro o Infonavit, doña Cata ‘pela’ los ojos y agrieta la frente: “No, no me dan eso… pero no lo necesito; a mí me tratan bien; en diciembre hasta me regalaron mil pesos para comprarme ropa”, expresa.
—¿Ha pensado en qué va a hacer cuando esté más grande?
“No sé, ni puedo regresarme a Chiapas… ya no hay nadie de mi familia, ya todos se fueron de ahí”, relata.
Cata no tiene familiares ni hijos. Si corre con suerte y no la echan a un asilo o a la calle, quizá pueda morir en la casa en donde trabaja, con el trapeador en la mano.  

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