Alejandro Esquivel C. / alesquivelc@hotmail.com
En agosto del año pasado, el portal del Banco Mundial-México publicó un artículo escrito por Williem Janssen y Svetlana Edmeades, quienes hablan de las amenazas que se ciernen sobre México debido a la sequía que padece Estados Unidos. Y a medida que sube el precio de los alimentos básicos también aumenta la inquietud en torno a la seguridad alimentaria.
Los autores del artículo plantean tres preguntas: ¿Por qué ocurre esto? ¿Cómo afecta a América Latina y el Caribe? ¿Qué deberíamos hacer? Y apuntan que la sequía es una de las principales causas del problema.
Como resultado, indica el estudio, los precios a futuro de cereales como la soya y el maíz han estado aumentando de manera sostenida, y el mercado se ha vuelto más volátil. El precio del maíz ha permanecido por encima de ocho dólares por fanega (314.96 dólares por tonelada), mientras que el del trigo alcanzó 9.50 dólares por fanega (349.04 dólares por tonelada).
Desde 2005, el mundo enfrenta un dramático aumento del precio de numerosos productos agropecuarios básicos, y la variabilidad en el precio internacional de los cereales se duplicó respecto a los precios anteriores a 2005, agrega el artículo.
Esta crisis mundial le pega más a México que a otros países. Lo que cuesta trabajo entender y aceptar es que el golpe más fuerte sea el incremento del precio del maíz, que es un producto netamente mexicano.
DEPENDENCIA ALIMENTARIA
“México se alimenta de tortilla. Las tortillas están hechas de maíz. Y con los precios del maíz y otros alimentos básicos aumentando a nivel global, México tiene que encontrar maneras para abordar las incertidumbres generadas por la volatilidad en los mercados y los fenómenos naturales”, señala un estudio presentado por Pamela Cox, vicepresidenta regional del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.
Y es que México es una de las economías más abiertas a la importación de productos básicos como maíz y trigo.
¿Pero por qué el país de origen del maíz se ha convertido en el segundo importador de este producto a nivel mundial?
Carlos Salinas de Gortari lo cuenta así en su libro México, un paso difícil hacia la modernidad: “El 4 de septiembre analizamos en el gabinete económico la inclusión de productos agropecuarios en el TLC. Históricamente se había comprobado que en el mundo los sectores agropecuarios eran los más resistentes a la liberalización comercial. México no fue la excepción”.
Para entonces, ya se perfilaban las razones para modificar el Artículo 27 constitucional, que norma las actividades y las relaciones de propiedad del campo. Salinas asegura que el momento y los hechos habían demostrado que esa reforma era impostergable si realmente se buscaba promover la justicia en el campo.
La presión de Estados Unidos era muy clara: era necesario que México se abriera a la importación de maíz y frijol; si no lo hacía, los norteamericanos se negarían a incluir en el tratado la apertura de sus productos hortícolas.
Por esta razón se propuso que el maíz y el frijol fueran incorporados a la lista, aunque “alargando al máximo el periodo de transición”.
MAÍZ DE ORO… SU PRECIO, POR LAS NUBES
México es el cuarto productor de maíz en el mundo. El primero es Estados Unidos, con 40 por ciento de la producción total; le sigue China con 19 por ciento, Brasil con seis por ciento y México con tres por ciento, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
De ese mínimo porcentaje, las exportaciones mexicanas de maíz blanco son insignificantes, y prácticamente están dirigidas a países de Centroamérica. Pero el aumento de los precios del maíz, el trigo y el frijol responde a factores internos y externos de las naciones que los producen.
Por una parte, hay menos capacidad de producción de maíz en todo el mundo porque los campos están agotados y el cambio climático tiene un efecto negativo en los cultivos.
Esta situación, aunada al aumento de la población y a la demanda exponencial de los países en desarrollo, como China —tanto para su consumo como para la producción de combustibles—, hacen que los precios se disparen.
Hoy, obligado por sus propias leyes, el principal productor de maíz tiene que destinar casi la mitad de su producción a la fabricación de combustibles orgánicos, como el etanol, para contrarrestar el impacto al medio ambiente y sustituir la dependencia del país del petróleo crudo y la gasolina.
Ante la falta de oferta y el aumento de la demanda, el precio del maíz se ha ido a las nubes, y las naciones importadoras de este grano son las más afectadas. Otros factores de encarecimiento son la subinversión agrícola y el lento crecimiento de esta industria con respecto al alza de la demanda.
VULNERABILIDAD E INSEGURIDAD
En 2006, México entró en un estado de vulnerabilidad e inseguridad alimentaria porque dependía de las importaciones para abastecer a la población de los tres granos que componen la base de la pirámide alimenticia.
El país importa 75 por ciento del arroz que se consume en el mercado doméstico. En el caso del maíz, ese indicador es de 25%, y para el trigo es de 42%. De 2006 a 2011, el maíz llegó a costar hasta 300 dólares por tonelada, una cifra sin precedente.
Y parece que la tendencia llegó para quedarse, pero no sólo para el maíz. El año pasado, el pan blanco y el pan dulce subieron 25 por ciento debido al encarecimiento del huevo y el trigo. La solución no es fácil. Se necesita una política económica-agropecuaria que genere cambios radicales.
Y aunque México ya informó que comprará a Estados Unidos un millón 516 mil toneladas de maíz para satisfacer la demanda doméstica de 2013, el problema subsiste.
Lo que se necesita es crear una bolsa mexicana de alimentos y un inventario de reservas para garantizar la seguridad alimentaria de la población a largo plazo, aseguró José Manuel Vizcaíno, tabasqueño economista por el ITAM.
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