El PAN en su laberinto
Las viejas leyendas nos hablan de presidentes casi infalibles. Nunca se equivocan y todo lo saben. No es verdad. De sus errores dan constancia los gobiernos sucesivos, como los entuertos de Felipe Calderón recién empezados a destapar por Enrique Peña Nieto.
José Ureña / primercirculo@hotmail.com
Y de la desinformación es necesario remontarnos tres sexenios.
En enero de 1994 Carlos Salinas explotó porque nadie le advirtió sobre la rebelión largamente larvada en Chiapas y consumada por el Frente Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el sucomandante Marcos.
Ahí comenzó su caída sin fin.
Nacionalmente no ha podido rehabilitarse e internacionalmente pagó con la pérdida de su gran sueño post presidencial: la Organización para la Cooperación el Desarrollo Económico (OCDE).
Era un deseo al alcance de su mano.
William Clinton se lo dijo a Ernesto Zedillo durante su primer encuentro en la Casa Blanca, en octubre de 1994:
—Ya parece no haber condiciones (para la elección de Salinas), pero si México mantiene su candidatura, Estados Unidos verá si le regresa el apoyo.
Era el penúltimo mes de Salinas en la Presidencia de la República y Zedillo simplemente ignoró las ambiciones de su antecesor.
A Calderón le fue peor.
LA TRAICIÓN DE MADERO
La expresión es de familia:
—Felipe no perdona a Gustavo.
Ni lo perdonará.
Felipe Calderón no justifica a Gustavo Madero, el dirigente del Partido Acción Nacional (PAN), por haberse acercado al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y al equipo de Enrique Peña Nieto, en particular Pedro Joaquín Coldwell, Luis Videgaray y Miguel Angel Osorio Chong.
Le ocultó el hecho tres meses.
A los datos:
Al comenzar septiembre, Madero recibió una llamada de Joaquín Coldwell y hablaron sobre las condiciones del país y la necesidad de dar cauce a muchos reclamos de la población y desarrollo a la nación.
Sembró en buena tierra:
—¿Volvemos a reunirnos?
—Cuando gustes, Pedro.
—¿Y si ampliamos la concurrencia para intercambiar más puntos de vista? —oteó el priista.
—Órale.
Así comenzaron las consultas, el enriquecimiento de datos, la incorporación del perredismo orgánico representado por Los Chuchos Jesús Ortega y Jesús Zambrano.
Al principio las reuniones fueron esporádicas, luego semanales.
Todo en secreto para Calderón.
Se enteró, figúrese usted, el mismísimo 2 de septiembre cuando ya viajaban presidente, gabinete, legisladores y dirigentes políticos rumbo al Castillo de Chapultepec para la firma del Pacto por México.
El ex presidente, todos conocemos su temperamento —“Eres de mecha muy corta, Felipe”, le dijo Diego Fernández de Cevallos cuando rechazó incorporarse a su gobierno— tronó contra Madero:
—¡Es una traición!
Los odios, ya profundos, se enconaron. Hoy la pelea entre ellos es a muerte.
GUIÑO A CALDERONISTAS
Del enojo a hacia Gustavo Madero, Felipe Calderón y los calderonistas han pasado a la envidia. No conciben cómo las cosas parecen irle muy bien a Enrique Peña Nieto para desprestigio de los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, tarea en la cual parece participar la dirigencia panista por su aval a la nueva administración.Ni el ex presidente ni su gente han sabido ser dique.
Ernesto Cordero carece de la personalidad y la influencia para liderar la disidencia interna.
Pese a su baja estatura política, es el mejor perfilado para enfrentar la reelección de Madero o a Juan Manuel Oliva si entre ellos dos no hay entendimiento en el proyecto político a aprobar en la Asamblea Nacional Extraordinaria de marzo próximo.
Hoy su fuerza es indiscutible, pero el calderonismo trata de agruparse.
Los más visibles: el propio Cordero, Luisa María Calderón, Roberto Gil Zuarth, Mariana Gómez del Campo, César Nava, Germán Martínez Cázares…
Muy pocos y con influencia decreciente. Ellos intentaron mostrar fuerza durante la reunión previa del grupo parlamentario del PAN en Puebla con críticas al Pacto por México y a la sumisión del PAN al proyecto del gobierno de Peña Nieto.
Acudió Madero y, para sorpresa de todos, se sumó a las críticas del Pacto por México y al reclamo de cambiar mecanismos a fin de no dejar al Congreso de la Unión convertido en una “ventanilla de oficialía de partes”, como antes dijo Gil Zuarth.
¿Por qué este guiño de Madero? ¿Por qué Madero va hoy contra un documento en cuya elaboración participó y lo respaldo “al cien por ciento” tras estampar su firma?
—Tal vez para acallar la protesta en víspera del Consejo Nacional del pasado fin de semana -me dijo un miembro del Comité Ejecutivo azul.
Mensaje conciliatorio con pocos fines prácticos.
Madero y Oliva tienen el control de los órganos de gobierno y sólo un pleito entre ellos daría vida la calderonismo.
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