Con este fenómeno la zona de la costa tabasqueña sufriría afectaciones irreversibles si el nivel del mar se incrementa 90 cm, como se pronostica; el mayor daño se vería en los Pantanos de Centla
Alejandro Esquivel C. / alesquivelc@hotmail.com
A cinco años de la gran inundación de 2007, muchos centran el debate en las pérdidas económicas, desplazados de las zonas en las que el agua le ganó terreno a la tierra y exponen todo un catálogo de cifras —que a ciencia cierta nunca sabremos si son ciertas o no debido a la magnitud de la catástrofe—, pero pocos ponen énfasis en los efectos del cambio climático.
Para Ismael García, investigador tabasqueño del Centro Nacional de Ciencias Biológicas, la zona de la costa tabasqueña, conformada por los municipios de Cárdenas, Paraíso y Centla, sufriría afectaciones irreversibles si, como está pronosticado, el mar llega a subir 90 centímetros, “y el mayor daño se vería en los Pantanos de Centla”.
Asegura que las inundaciones y los cambios de temperatura constituyen dos factores que requieren atenderse porque particularmente ya han empezado a afectar a la entidad.
El ejemplo más claro es Sánchez Magallanes —pueblo de pescadores—, donde se respira mucha tensión, pues tan sólo en alrededor de diez años la erosión marina ha propiciado el derrumbe de casas, escuelas y carreteras, toda vez que el mar le ha ganado terreno a la playa en cerca de 35 metros.
La cuestión no acaba ahí, pues por su situación geográfica, Tabasco es una de las entidades del Golfo de México que año con año recibe huracanes, lo cual aumenta el riesgo de erosión en esa zona eminentemente ostrícola, ya que de ahí se extraen semanalmente 300 toneladas de ostión, lo que convierte a la zona en la principal aportadora nacional de esta especie de moluscos bivalvos.
“La erosión es provocada por varios fenómenos, en específico, el calentamiento global que va aumentando los volúmenes de agua y que en esa parte del planeta ha ido socavando el borde de contención hasta el hundimiento de algunas placas que hacen que se debilite la franja y amenace con romperse”, explica el especialista.
No obstante que hace cerca de cuatro años se construyó una barricada de 300 metros de largo a base de geo-tubos —consistentes en bolsas de polipropileno con tejido de alta tensión que se llenan con arena succionada del mar sobre la línea que se pretende proteger—, y de que en este tiempo se ha continuado dicha obra para alcanzar una longitud de dos mil cien metros, a fin de disminuir la fuerza del oleaje y recuperar parte de las playas desaparecidas, la erosión sigue haciendo de las suyas.
RIESGO DE DESASTRE ECOLÓGICO
El problema es que la erosión marina que poco a poco va socavando la delgada franja que protege el sistema lagunar Carmen-Machona-Pajonal en ese puerto, amenaza con provocar un desastre ecológico de enormes dimensiones si no se llega a contener de manera definitiva el avance del mar.
Se trata de una extensión de 20 mil hectáreas de cuerpos de agua y un tanto similar de manglares, de cuya producción ostrícola y camaronícola sobreviven miles de familias.
Sin embargo, la franja que separa esta zona con el agua salada que proviene del Golfo de México está a punto de romperse, lo cual provocaría la salinización de dicho complejo con las consabidas consecuencias para el equilibrio ecológico, aunado a que el embate de las olas arrasaría con cientos de viviendas de la villa y de ejidos aledaños.
La realidad es que a finales de los años 70’s se detectaron reservas petroleras en ese complejo lagunar, por lo que Pemex procedió a explorar y explotar los yacimientos en la zona de la costa grande y la costa chica.
Para poder ingresar su maquinaria pesada, la empresa rompió la franja de la Barra de Panteones —la cual separaba el agua dulce de la salinizada—, toda vez que en la Barra de Santa Ana se había construido un puente que impedía el paso de su equipo.
Ese fue el origen del problema, sin contar que trastocaron ecológicamente todo el sistema, salinizando terriblemente la zona, lo cual afectó a los pescadores, agricultores y ranchos ganaderos y cacaoteros.
Ante ello, surgieron las demandas de los afectados a través del llamado Pacto Ribereño y posteriormente por medio de instancias gubernamentales, lo cual culminó con la recomendación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) CIAR-100, a mediados de los años 90’s, con el propósito de resarcir el daño ocasionado por Pemex con la salinidad y los trabajos de exploración petrolera.
Y VIENE OTRA EMBESTIDA DEL MAR
Con el tiempo, la laguna se estabilizó y las especies se adaptaron al PH, la salinidad y la temperatura que se originó con el rompimiento del equilibrio ecológico, por lo que se pudo continuar produciendo ostión y camarón. Ahora se presenta de nueva cuenta el enorme riesgo de que termine de romperse esa delgada franja por la erosión marina.
Para quienes habitan a las orillas del mar, la situación de tensión aumenta, pues como comenta Robert González, a diario viven con la zozobra de que a sus casas se las ‘trague’ el mar. Y no es para menos, ya que en un recorrido por la zona costera de Sánchez Magallanes pueden observarse varias construcciones que anteriormente fueron hogar de lugareños.
Ahora, en muchas de ellas sólo se observa el cimiento, y algunos muros y paredes; pareciera que, efectivamente, el inmenso mar se haya tragado la construcción, que luce como si fuera parte del escenario de una película hollywoodense sobre cataclismos.
Algunos lugareños explican que la mayoría de los que viven a la orilla de la playa construyeron sus viviendas hace más de 20 años, “precisamente con suficiencia tierra de por medio por aquello de los vientos y las olas cuando está el mar picado”, comenta Armando Castro, quien precisa que “el océano no ha dejado de meterse”.
TODO EMPEZÓ CON OPAL Y ROXANNE
Aunque pocos saben a ciencia cierta lo que significa el cambio climático, la mayoría coincide en que todo el problema empezó con el paso de los huracanes Opal y Roxanne, en 1995, “los cuales, debido a sus fuertes vientos, se llevaron buena parte de la playa con ellos”.
Otros, los menos, señalan que el problema fue provocado por Pemex al dragar la bocana, situación que, según ellos, provocó oleajes más fuertes y paulatinamente ha propiciado que el canal escarbado se esté ampliando y ganando terreno.
Y es que las miles de familias que habitan la villa y puerto Sánchez Magallanes, así como algunos ejidos como San Rafael, Sinaloa 1ª y 2ª Sección, Manatinero y El Alacrán, han ido sintiendo paulatinamente los efectos de la erosión y permanecen en alerta durante la temporada de huracanes.
SE PERDERÍAN VEGETACIÓN Y SUELOS
Además, existe un efecto colateral, pues a través de los ríos Naranjeño, Santana y San Felipe, así como otros riachuelos, entraría la salinidad de manera directa hacia el Plan Chontalpa —considerado granero del estado—, lo cual podría destruir el alto potencial de esas tierras para la actividad agropecuaria.
Eso es confirmado por Antonio Martínez, geólogo de Pemex, quien asegura que en el caso de un aumento considerable del nivel de los océanos, los municipios costeros quedarían devastados por la fuerza del agua, cuya salinidad también alteraría sustantivamente los suelos, la vegetación y la fauna de la región.
Según estudios de la Asociación Mexicana de Transformación Rural y Urbana, debido a los efectos del cambio climático se dañarán las selvas tropicales en el sur, habrá huracanes cada vez más severos y lluvias torrenciales causarán estragos en las costas del Caribe.
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