En el mercado “El Paisano” se compra de todo aunque las condiciones en que se encuentran las especies no garantizan su supervivencia; las autoridades también le entran al negocio
Alejandro Esquivel C. / alesquivelc@hotmail.com
Es mediodía en los vericuetos del ‘mercado’ El Paisano, a escasos 300 metros de la línea fronteriza entre México y Guatemala, en El Ceibo. El sol alumbra justo arriba de las decenas de cabezas que se movilizan para comprar o vender algo. No es verano, pero el calor de septiembre y el paso de procesión para llegar al sector de las mascotas lo hace menos tolerable.
Por fin se llega, ya cuando el olfato dejó de sentir el olor de comida frita mezclada con verduras descompuestas y desagüe. El espacio donde una decena de comerciantes de animales se disputan a los posibles clientes, ocupa menos de un cuarto de cuadra.
Allí, hacinados como sus vendedores, mamíferos y aves soportan el sol de esa hora. Una jaula que no sobrepasa los 60 centímetros es compartida por una menuda perica o cotorra, seis palomas de monte y dos pequeños ‘pecho amarillo’.
Pegados ala con ala, con ojos visiblemente tristes y sucios, todos, sin excepción, tienen el pico abierto, innegablemente sedientos, pero el recipiente del agua está cubierto con plumas y heces de ellos mismos.
La dueña del puesto, que se da sombra con un cartón, pide 300 por una cotorra. ¿Pesos o quetzales?, le pregunto, a lo cual me contesta que la moneda mexicana. En tanto, por otro ejemplar igual que sostiene con una vara larga y se ve un tanto domesticada solicita 800. ¿Cuánto ofrece?, dice apresurada cuando el interesado nota la mercancía de su competencia.
“Venga y escoja”, promociona el hombre; su canasto atiborrado de pequeños loros. Todos gritan. “Es porque tienen hambre”, explica. Agarra uno y con una cuchara llena de atole de maíz, lo calla unos segundos. Lo regresa con los demás, come él con el mismo cubierto y alimenta el siguiente.
Enfatiza que están tiernos y no comen más que masa. Se nota. El plumaje de todos está pegado con grumos blancos y secos. “Es que así me los trajeron hoy, pero con agua se les quita”, justifica.
También vende otros pájaros y mamíferos. En una jaula pequeña, alrededor de nueve conejos cohabitan con dos ardillas. Uno de los ‘oreji-larga’ está boca arriba, muerto. La ayudante del mercader lo tira hacia el monte. El animal patalea y queda de nuevo inmóvil. “Ya vio, ya se puede ir”, susurra la mujer con cuidado de que no la oiga su patrón.
El comerciante no tiene empacho en decir que la venta de sus animales silvestres, como los prensores, es prohibida, pero asegura que a los clientes la policía no les hace nada. “A uno es al que lo joden si se los encuentran… Lo que pasa es que tenemos nuestras formas de protegernos”, se jacta.
Dice que además de los emplumados puede conseguir cualquier animal, previo encargo. Una mapache que promete para el día siguiente cuesta mil pesos y una iguana 200, “y hasta tigrillos, pero para esos necesitamos más tiempo, porque cuesta más atraparlos, y cuando lo hacemos, generalmente son tiernos”.
Asimismo, ofrece monos, y explica que a esos se les puede domesticar muy bien, porque los venden tiernos y para eso “tenemos que matar a la mamá, porque de otra forma es muy peligroso robarle su hijo”.
POLICÍAS VENDEN LO QUE DECOMISAN
El Paisano no debe ser el único lugar en donde traficantes de animales silvestres hacen sus transacciones. Aunque la Ley de Áreas Protegidas prohíbe el transporte, intercambio, comercio y exportación de las especies amenazadas de extinción, en la carretera hacia esa zona fronteriza luego se apostan personas vendiendo todo tipo de fauna, señala una mujer oriunda de Tenosique, quien no quiere dar su nombre.
La señora comenta que le ha tocado ver que tanto autoridades mexicanas como guatemaltecas implementan operativos de los dos lados de la frontera. “En Guatemala dependen de la Policía Nacional Civil y en México de Profepa, creo”, indica la señora, quien lleva en sus manos mercancía diversa.
Sin embargo, explica que ha visto que el plan consiste en que los agentes visitan los lugares donde conocen que se infringe la ley en ese sentido, “pero no decomisan a los animales ni arrestan a los involucrados, sino les notifican su falta y les avisan que volverán en 30 días para verificar que suspendieron las ventas”.
El Paisano es el lugar más peligroso, asevera un comerciante, quien recuerda que en el pasado ya intentaron hacer revisiones y una turba sacó a las autoridades con palos, machetes y hasta armas de fuego “que de este lado es común ver en las cinturas de las personas”.
Por eso, ahora mejor llegamos a un ‘arreglo’ y de esa manera se reducen los enfrentamientos, manifiesta al comentar que cuando la policía comienza a decomisar mascotas, el destino de éstas es incierto, pues “he sabido que muchas veces los mismos policías las venden”.
Los animales que ahí se pueden encontrar generalmente están deshidratados, enfermos y algunos no sobreviven, relata el comerciante. Por eso tratamos de venderlos rápido, pues además ni soltarlos es bueno, ya que algunos ya son incapaces de defenderse y alimentarse por su cuenta.
NO HAY FORMA DE SALVARLOS
Para Enrique Maldonado, veterinario de profesión, el problema del tráfico es que a la mayor parte de los animales que son recuperados o confiscados tienen que ser sacrificados, porque la mayoría ya no puede reincorporarse a la naturaleza y tampoco se reproducen.
Por eso, la gente debe entender que desaparecerán si no dejan de comprarlos a contrabandistas, enfatiza.
Los únicos autorizados para vender animales silvestres son las tiendas de mascotas, siempre y cuando estén acreditadas y se abastezcan de granjas reproductoras autorizadas, explica el especialista.
Asimismo, señala que coleccionistas como zoológicos, circos y personas individuales registradas también pueden intercambiarlos. Después de ellos, nadie más, dice al tiempo de advertir que las penas para los infractores de la ley son de alrededor de cinco a diez años de prisión y también multas económicas.
El veterinario menciona que entre la fauna que mayormente es comercializada se encuentran tepezcuintles, monos, guacamayas y una gran variedad de loros, pericas y cotorras. También faisanes, gavilanes y tortugas.
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