Es una de las 364 variantes lingüísticas que existen en México y está condenado a muerte debido a que quedan únicamente dos parlantes ancianos que, por enemistades, llevan varios años sin comunicarse entre ellos
Alejandro Esquivel C. / alesquivelc@hotmail.com
Aunque algunas fuentes afirman que son solamente 15 habitantes los que aún hablan el zoque-ayapaneco, lo cierto es que en estatus es una lengua que está condenada a desaparecer, pues sólo quedan vivos dos de sus hablantes, Isidro Velázquez y Manuel Segovia, de 70 y 77 años, ambos oriundos del poblado Ayapa, en Jalpa de Méndez.
El ayapaneco, que es una de las 364 variantes lingüísticas que existen en México, está condenado a muerte debido a que en el mundo quedan únicamente dos parlantes ancianos que, según cuentan los vecinos del lugar, por enemistades llevan varios años sin comunicarse entre ellos.
Manuel Segovia e Isidro Velázquez son los únicos testimonios vivos de esta lengua indígena. Ambos viven en esa pequeña comunidad de casi cinco mil habitantes situada a escasos 30 minutos de la capital tabasqueña, y aunque sus casas están separadas tan sólo por 500 metros, no mantienen relación alguna por un supuesto desencuentro del que se desconoce el origen.
El ayapaneco es riqueza en extinción, un tesoro que al paso de los años terminará enterrado junto a sus últimos hablantes. Así morirá ‘la palabra’, asegura sentado en su hamaca Manuel Segovia, un hombre bajito y encorvado, cuando se refiere a su lengua natal.
Y es que el zoque-ayapaneco, una derivación del zoque, pende, literalmente, de dos hilos: Manuel Segovia e Isidro Velázquez.
“Cuando mueran, se acabó, porque ya no va a existir nadie que hable”, vaticina doña María López, vecina de los dos únicos hablantes de ese dialecto indígena que proviene de la familia de lenguas mixe-zoqueanas.
ESPERANZA DE QUE RENAZCA
No obstante, la esperanza para mantenerla viva reside en el hijo de uno de los hablantes, Manuel Segovia, de 30 años, quien tiene el mismo nombre de su padre y desde hace cinco años dedica varias horas diarias al estudio del zoque-ayapaneco, con el objetivo de rescatar la lengua una vez que su padre muera.
“Me da mucha tristeza que pocos estén interesados en aprenderla para conservarla y sobre todo extenderla para que volviese a crecer y a ser dominante”, opina Segovia, quien ahora se arrepiente de no haberla aprendido desde pequeño, como le aconsejó su padre.
El problema es que por hablar esta lengua muchos se burlan o te ponen apodos, o incluso te dicen que sólo los indios hablan ese idioma, y aquí la palabra ‘indio’ para algunas personas es un insulto, un símbolo de humillación, comenta al expresar que esa sería una razón por la cual podría estar desapareciendo.
Para la cineasta mexicana Denisse Quintero, quien se ha propuesto la realización de un documental intitulado ‘Lengua muerta’, para mantener registrado en video lo que podrían ser los últimos suspiros de esa lengua indígena, el ayapaneco está a punto de extinguirse, pues en cuanto mueran sus dos últimos representantes prácticamente dejará de existir.
A PUNTO DE EXTINGUIRSE 21 LENGUAS
Con su proyecto buscará documentar una de las 364 lenguas indígenas que de acuerdo con el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) aún sobreviven en México, de las cuales 21 ya están en proceso de desaparecer.
El objetivo de Quintero es exhibir el documental en el país y en comunidades indígenas donde la cultura autóctona está descuidada, pues la gente no quiere aprender la lengua de sus ancestros por miedo a la discriminación de sus hijos, a que no aprendan bien el español y se queden a la mitad de estas dos culturas.
De acuerdo con el Censo de Población de 2010, casi 6.7 millones de personas de cinco años o más hablan lengua indígena, de los cuales casi un millón no habla español. Una década atrás eran más de siete millones de mexicanos que hablaban un dialecto.
HAY LEGADO, PALABRA POR PALABRA
Manuel Segovia hijo recuerda cómo durante décadas su padre se dedicó a la enseñanza de esta ancestral lengua en la comunidad, lo cual afrontó siempre con entusiasmo, a pesar de la escasa respuesta de los vecinos, quienes veían con indiferencia esa tarea.
El joven confía en que la lengua aún pueda ser valorada por otros y que eso la mantenga viva, “que no desaparezca del todo porque a veces me apena no poder practicarla más que con mi padre”, manifiesta.
En 2008, un par de lingüistas de las universidades de Stanford e Indiana, junto con un equipo de estudiantes, se dedicaron a grabar, palabra por palabra, el zoque-ayapaneco.
“Lo que querían era el diccionario”, explica don Manuel, mientras muestra un certificado expedido por los extranjeros que avala que él es un verdadero hablante de ese idioma.
El documento también lo tiene Isidro, aunque ninguno de los dos sabe leer o escribir.
Mientras los extranjeros trabajaron en el diccionario, a ellos se les pagó diariamente por grabar ante un micrófono en zoque-ayapaneco.
SÓLO SE HAN INTERESADO EXTRANJEROS
Con mucha pena, el historiador Lorenzo Martínez acepta que los investigadores que se han ocupado de la diversidad lingüística de México han sido siempre extranjeros, y “ellos saben que al estudiar el náhuatl, zoque o maya estudian los orígenes de la lengua europea que se remite a los egipcios, a los griegos, a los romanos”.
Aquí, en cambio, hasta el año 2003 se emitió la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas, que equipara a las lenguas indígenas con el español “pero apenas en 1992 nos reconocimos como nación multicultural”.
Critica el hecho de que el país sólo cuente con alrededor de 22 mil escuelas bilingües para un universo de, al menos, un millón y medio de niños indígenas, lo que se traduce en la pérdida del patrimonio lingüístico y de la diversidad cultural nacional.
Es lapidario cuando señala que además de que los censos cada vez reportan menor número de hablantes de dialectos, porque las generaciones mayores dejan de transmitir su lengua, “el español se impuso en las escuelas y se creó una especie de vergüenza por lo nuestro”.
DISCRIMINACIÓN, PRINCIPAL OBSTÁCULO
La discriminación que sufren los miembros de las comunidades indígenas es el motivo principal para la extinción de las lenguas, afirma el historiador al lamentar que después de haber sido rechazados en los trabajos, en las escuelas y en la calle, los mismos indígenas han decidido dejar de hablarlas.
La desaparición de algunas lenguas será irreversible en la medida en que su valor no alcance al imaginario colectivo, agregó Lorenzo Martínez, quien dice que actualmente se llevan a cabo en México esfuerzos comunitarios encaminados al reconocimiento del patrimonio cultural intangible de la nación y al cambio de actitud en la población nacional con respecto a sus orígenes, lenguas, hablantes y prácticas socioculturales, “pero casi no hay avances”.
Según habitantes de Ayapa, a mediados del siglo XX todavía quedaban casi ocho mil familias ayapanecas, que a partir de la construcción de la carretera Villahermosa-Comalcalco comenzó la migración de estos pobladores y con ello la paulatina extinción de la lengua.
El tiempo y el progreso transformaron el pueblo; la gente se iba a trabajar a los poblados más grandes y ahí empezaron a ver y a contraer otras costumbres, expone Laureano Enríquez.
En una situación menos grave, pero no por ello menos preocupante, se encuentran en peligro al menos 36 variantes más de lenguas indígenas de México que, según expertos, si no logran reforzar sus raíces los próximos años podrían seguir el camino de las 141 variantes lingüísticas que desde tiempos de la Colonia hasta nuestros días han desaparecido.
Como ejemplo de ellas destacan: el potlapigu, guazapar, mocorito, cocoa, ure, zacateca, zuaque, sabaibo y ahome.
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