lunes, 22 de octubre de 2012

Punta Fina


La herencia maldita



Cambiarán los actores, pero no el escenario. Si hace un sexenio Vicente Fox “puso en riesgo” la elección como dijo el Poder Judicial y dejó un país polarizado a su sucesor Felipe Calderón, hoy el panorama no es mejor. Entonces fue un movimiento oposicionista encabezado por Andrés López con invocaciones de fraude y el grito ¡voto por voto, casilla por casilla!

José Ureña / primercirculo@hotmail.com



El movimiento se debilitó por el error estratégico de ahorcar la ciudad de México con un largo y extenso plantón del Zócalo a prácticamente todo el Paseo de la Reforma.
De aquel rechazo social resurgió el tabasqueño para competir en 2012 y, de nueva cuenta como en 1988 y 1994 en Tabasco y 2006 en todo el país, desconocer el resultado electoral. Esta vez ya no lo siguieron sus fieles.
Uno a uno se desmarcaron y ahora enfrenta el reto abierto de Los Chuchos, la tribu mayor del Partido de la Revolución Democrática (PRD). En contra de ese desconocimiento no nada más estuvieron Jesús Ortega y Jesús Zambrano, detentadores del aparato oficial perredista, sino cuadros significativos.
Cuauhtémoc Cárdenas, acaso el hombre más pulcro de la izquierda, fue voz tranquilizadora el 1 de julio por la noche, cuando aglutinó a otros cuadros representativos: su hijo Lázaro Cárdenas, Marcelo Ebrard, Manuel Camacho…
Llamaron a la cordura al Peje y eso inhibió su reacción.

DE LOS PINOS, CON AMOR
Gracias a ellos, decíamos, esta vez no hubo conflictos post electorales mayores.
Estos parecen venir de otro lado. De la residencia presidencial de Los Pinos, quién lo hubiera imaginado.
Los problemas comenzaron cuando Felipe Calderón envió un proyecto de reforma laboral amparado en su derecho de iniciativa preferente, lo cual da plazo perentorio al Poder Legislativo.
A estas alturas, hemos dicho aquí, no es segura la reforma  y menos con los sesgos pro patronales planteados por el propio Calderón y defendidos con ferocidad por Acción Nacional (PAN), Javier Lozano, Ernesto Cordero y otros más presidencialistas que el presidente.
Tal vez no salga la reforma pero el grupo estrecho de Enrique Peña Nieto ve un riesgo inminente: asumir el poder con las calles tomadas y una revuelta sindical de grandes proporciones.
Y para ser grande necesitará tener no nada más al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), al repelente Gerardo Fernández Noroña y a recalcitrantes del pejismo, sino también a organizaciones oficiales.
Si vence la alianza legislativa de panistas y perredistas, no lo dude: en la calle también estarán las confederaciones de Trabajadores de México (CTM) y Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC).
Ellas y sus sindicatos afiliados y otros de relativa independencia y gran autosuficiencia como el Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM).
¿Por qué Peña Nieto teme este panorama?
Porque lo haría aparecer como un presidente débil, con grandes retos para pacificar a un país con la casa tirada, sucia y violenta.
Esa será la herencia de Calderón.

CACICAZGOS A REVISION
En previsión de ese escenario, Enrique Peña Nieto elabora un plan alterno.
El presidente electo regresaba de su larga gira por Europa al momento de escribir este texto y en el avión recibía el reporte de México.
Quería encontrar lista la reforma laboral y, si no consensuada, al menos muy avanzadas las negociaciones.
Nada de eso.
El oficialismo panista —léase Gustavo Madero, Javier Lozano, Ernesto Cordero— asegura tener sellada su alianza con la izquierda para ir a por las cuentas de los líderes sindicales. Sin duda la corrupción de esos líderes existe, pero no los exhiben.
¿Alguien ha penetrado en las fortunas de Elba Esther Gordillo? ¿De Carlos Romero Deschamps?
Para los críticos del sindicalismo de raigambre priista, ellos son el símbolo de la corrupción, de la explotación obrera, de los grandes favores al amparo del presupuesto público, de su eternización.
Y si usted revisa, con el panismo se han solidificado esos cacicazgos porque antes muchos gremios se renovaban trianualmente con Vicente Fox inventaron presidencias para conservar el poder.
Las oposiciones panista y vociferan contra ellos pero no los debilitan. Pero, ¿sabe usted?, no hay malas noticias.
Su permanencia y la de otros caciques sindicales están bajo observación y no será extraño su jubilación a mediano plazo.
Peña Nieto no puede actuar antes de asumir el poder y sólo pide tiempo.
Porque si lo hiciera ahora, si las bancadas priistas descalificaran a todo el corporativismo obrero, ¿en quién se apoyaría para llegar a Palacio Nacional?
Y su mano no es muy liviana. Habrá negociación, pero no claudicación.
Todo depende de los acontecimientos y de momento la herencia envenenada de Felipe Calderón no permite tener un plan y un calendario pulidos.  

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