lunes, 24 de septiembre de 2012

Post-it


La cuenta regresiva.



Andrés Granier Melo está viviendo los últimos 100 días al frente del gobierno del Estado de una manera muy peculiar, tan difícil que no se recuerda de otros periodos sexenales: tendrá que meter el acelerador para terminar aquellas cosas que se comenzaron y no se terminaron, para arreglar problemas que se están saliendo de cauce e, incluso, para pagarle pasivos millonarios a acreedores que desfilan por oficinas administrativas de las dependencias estatales y la propia Secretaría de Finanzas.

Fernando Hernández Gómez / fdohernandezg@hotmail.com



Se habla de finanzas sanas y en orden, pero la realidad pudiera ser distinta cuando no hay recursos siquiera para atender requerimientos de hospitales, cuando se retrasan partidas para pago de nóminas y prestaciones en centros educativos, cuando las patrullas policiacas no salen a hacer sus rondines —¿los hacían?— porque no surten gasolina o de plano las unidades están descompuestas.
Las grandes obras que tienen su sello y serían su legado a Tabasco corren el riesgo de no terminarse antes que le entregue la estafeta a su sucesor, Arturo Núñez Jiménez, en cuyo cuartel hay pleno conocimiento de que recibirán las arcas prácticamente vacías.
Sin aludir acciones que se prometieron, se anunciaron con bombo y platillos, y nunca se hicieron, hay otras como la Torre Oncológica del Juan Graham y el Hospital General de Cárdenas, cuyas obras negras están terminadas, pero no hay dinero para equiparlas, por tanto correrán la misma suerte que aquellas que dejó inconclusas el régimen andradista y que se inauguraron a principios de este sexenio.
La ampliación del Circuito Interior o Periférico Carlos Pellicer en su último tramo —de avenida César Sandino a la glorieta Framboyanes, sin su distribuidor vial—, donde ya se terminó el vaciado del concreto hidráulico para que sea una vía a ocho carriles, podría no inaugurarse o entregarse con deficiencias en cuanto a sus acabados.
La cuenta regresiva hacia la transmisión de poderes podría ser un tanto tormentosa si el Ejecutivo estatal no se las ingenia para aumentar la captación de recursos para saldar pasivos con empresarios tabasqueños de todos tamaños, a los que se ha prometido no quedarles a deber ni un peso.
Tampoco se ha dicho si, tras el anuncio de que finalizaron adquisiciones a partir del 1 de septiembre, están garantizados los suministros de insumos que requieren áreas estratégicas —por ejemplo la Secretaría de Salud— para su funcionamiento normal los últimos tres meses del ejercicio y sexenio.
¿Quedarán fondos para el pago de aguinaldos a empleados de confianza, esos que hacen la talacha diaria y que estos seis años han soportado reducciones de salarios y prestaciones, y hasta descensos de sus categorías?
No hay un estado de caos en cuanto a gobernabilidad se refiere, pero no se ve qué se esté haciendo para contener a una delincuencia que parece irrefrenable —los secuestros de jovencitas no cesan, ni qué decir de asaltos a mano armada y robos a viviendas; hasta ganado sacrifican los abigeos en los ranchos de donde los sustraen— y que no deja de arrebatarle la tranquilidad a los tabasqueños.
Sin duda, el periodo que le tocó gobernar a Andrés Granier ha sido escabroso. En ocasiones, por causas atribuidas a la naturaleza; en otras, por factores humanos, propios y ajenos.
Aunque faltan más de tres meses para que deje el cargo, ha comenzado a despedirse; lo hace en giras por municipios y en eventos en que asegura estar satisfecho con lo alcanzado, sobre todo en áreas como educación y el campo.
“Ser gobernador del Estado fue el máximo orgullo que la vida me ha dado hasta este momento. Me tocó gobernar un estado en donde no pasaba lo que nunca había pasado en 100 años y, por supuesto, no fue por mala suerte, era lo que el destino me tenía reservado estos seis años”, confesó a mediados de mes ante la comunidad del Cobatab.
Él mismo retomó lo que critican sus detractores cuando cuestionan: ¿Qué hizo Granier? La alusión fue para sacar a relucir que “Tabasco está en paz. En Tabasco hay gobernabilidad. En Tabasco hay democracia”.
El poder, sin embargo, se acaba. ¿Hay nostalgia, gobernador, por el término de su gobierno?, le preguntaron reporteros. Contestó: “No, ninguna. Los tiempos son exactos y lo que empieza termina. ¿Nostalgia? Probablemente de poder no ver a la gente que ve uno todos los días y a cualquier hora; de lo demás no hay nostalgia”.
Y refirió también sus temores: “cuando se está en una posición y se acerca un final, afloran muchos hechos y se habla inclusive de muchas traiciones”. Un tema —las deslealtades en su equipo o en su partido, el PRI, si habla de ‘traiciones’— que deberá abordar algún día; antes o después que deje el poder.
Tampoco ha dicho qué significa para él entregar la estafeta a alguien de un partido distinto al suyo. Ya tendrá tiempo de hacerlo. Hoy, hoy le quedan más de tres meses y muchas más cosas de qué ocuparse.

‘PÉGUELE AL NEGRO’
La nostalgia ha alcanzado a los colaboradores del gobernador. El contralor Roger Pérez Évoli expresó que ha sido un honor para él trabajar con Andrés Granier, a quien calificó como un hombre sensible y honesto, y al que le tocó ver derramar lágrimas de emoción y de impotencia.
Otros no hallan cómo defenderse de las críticas. Es el caso del titular de SAOP, Héctor López Peralta, quien señaló que ha sido “el negro o el blanco favorito para darle”, de los actores de oposición a lo largo del sexenio.

‘A ENTERA SATISFACCIÓN’
La verdad que no hay palabras para describir el cinismo que envuelve la escandalosa compra, en más de 32 millones de pesos, del edificio que será —ahora sí— sede del IEPCT.
Cuando todos cuestionan que se pagó sobreprecio de hasta 13 millones, su presidente Gustavo Rodríguez Castro se fue por la tangente, y para contener críticas salió a decir que no hay fallas estructurales en el inmueble, sino sólo algunos desperfectos que arreglarán el anterior propietario, Gilberto Galassi Almora, y el constructor Juan Aldasoro Robles, que reaparece en otro polémico caso tras el escándalo, aun vigente, del Sport City.
Gustavo Rodríguez aseguró que las reparaciones de ‘inconsistencias’ y ‘vicios ocultos’ que presenta el edificio estarán terminadas en no más de 30 días y “a entera satisfacción” del órgano administrativo del IEPCT.
¿Esa ‘entera satisfacción’ incluye también las dudas por lo que se pagó por el edificio? El IEPCT debe responder, porque hay avalúos que apuntan que la obra no vale más de 19 millones. Ni el mismo Aldosoro se atrevió a opinar del precio. “Ese es otro asunto”, objetó. El turno es de los diputados.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario