lunes, 24 de septiembre de 2012

POLICRONÍA SEMANAL


Legalización de las drogas, necesidad real


Tiempo atrás, el ex gobernador del estado de Nuevo León Sócrates Rizzo fue duramente criticado cuando al intervenir en una plática con estudiantes de la Universidad Autónoma de Saltillo, Coahuila, refirió:

Rosa Elvia Bracamontes / rosaelviab@hotmail.com


“La violencia derivada del crimen organizado surgió cuando desaparecieron los acuerdos de los gobiernos federales priistas con el narcotráfico”. Pero se desmarcó personalmente de dicho “control”.
La gran mayoría de este país, que convive con los problemas más recalcitrantes de esta sociedad, entre ellos el del narcotráfico como integrante del esquema de los delitos cometidos por la delincuencia organizada, simplemente asientan ante tales verdades y convergen por lo alto y lo bajito que era el único modo de mantener en un plano de intimidad una vieja práctica que hoy es un cáncer imposible de erradicar.
La lucha contra el narcotráfico emprendida por el gobierno federal ha consistido en una serie de eventos cuyo éxito esporádico ha dependido, en mucho, de la intervención de agencias internacionales que saben hacer un verdadero trabajo de inteligencia en investigación.
Curiosamente, en México escaseamos de “talentos” que en verdad conozcan el modo de operar de las bandas delincuenciales más arraigadas en nuestro entorno y la forma en que transitan por el país en su marcha hacia los Estados Unidos, el consumidor más importante de cuanto estupefaciente y enervante se conozca en el mercado.
 Ajenos a nuestro país, nos tienen que venir a hacer la plana porque aquí se tiene miedo o el encargado de hacerla tiene tan metidas las manos en esos menesteres que le tiembla para desarticular algo de lo que él mismo forma parte.
Los mexicanos ansiamos que un día podamos contar con calles desprovistas de delincuentes de dicho orden; anhelamos que las muertes de nuestros conciudadanos obedezcan a cualquier cosa, menos a ese devastador “daño colateral” del que han abusado para justificar de tan mínima manera las miles de muertes que hoy tenemos en el país, caídos en medio de una guerra estéril.
Todos sabemos que quitar una cabeza de cualquier célula delictiva no representa más que el esfuerzo inmediato de cien más que se forman para que de entre ellos se designe a su reemplazo; ahí nada se desperdicia. Así que el anuncio con bombo y platillo de las capturas, sin desvincular con efectividad las redes delictivas diseminadas por el país, huele a cebo rancio.
Para nadie es una primicia lo expuesto por Rizzo, lo que sigue causando sensación para quienes gustamos de la lectura sin disimulos, es la manipulación de muchas letras oficialistas que insisten en tildar de “cínicas” tales afirmaciones.
Somos un país que convive con el narcotráfico, incapaces de organizarnos como sociedad civil y Estado, como un ente jurídico que debe tener estrategias sólidas y de inteligencia en cualquier nivel que se aplica; tenemos que reconocer que para recobrar la tranquilidad de nuestras vidas habremos de retomar ese convenio silencioso de antaño: “tú por aquí y yo por allá, pero a mi gente déjala en paz” o entrar de lleno con la legalización que ya amerita.
Finalmente, jamás erradicaremos de nuestro esquema social la ambición desmedida de los que detentan el poder y ven en esta actividad ilícita el respaldo ideal para seguir conquistando sus aspiraciones políticas, tan de la mano del crimen organizado.
No mientras no le apostemos a la educación y a crear condiciones de desarrollo social, propicias para que de modo gradual la semilla de la conciencia y responsabilidad germine entre los mexicanos; que a decir verdad, se antojan solo sueños guajiros, pero hay que poner el dedo en la llaga.  

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