Fauna partidista
Tengo ganas de darle una buena noticia. Ojalá que mi propósito no tope con los intereses mezquinos de los partidos políticos, con el afán de obtener cargos públicos inútiles y recibir salarios fáciles surgidos del erario.
José Ureña / primercirculo@hotmail.com
Dinero pagado por usted y por mí al fisco en sus diferentes facetas de impuestos, derechos y pagos de bienes y servicios de alguna estructura gubernamental.
—Del Estado —dice el discurso público.
Expuesto el buen deseo, a la información:
En campaña, el candidato presidencial Enrique Peña Nieto planteó reducir la estructura del Congreso de la Unión para quitar parte de la adiposidad burocrática.
Su compromiso es desaparecer cien diputaciones de representación proporcional y una parte mayor al Senado de la República.
En números absolutos eso significa desaparecer de un plumazo constitucional 20 por ciento de los supuestos representantes en San Lázaro —exactamente 100 diputados— y 25 por ciento —32— en el flamante monumento al despilfarro y a la megalomanía parlamentarias de Paseo de la Reforma.
132 legisladores menos. No suena mal, ¿verdad? La pregunta es: ¿por qué nada más 20% de diputados y 25% de los senadores?
Debieran desaparecer todos los de representación proporcional, los vivales de los partidos, esos chapulines que saltan de una cámara a otra cada trienio y sexenio tras sexenio con cargo a nuestros bolsillos.
SENADORES DE 41.8 MILLONES Y DIPUTADOS DE 9.5
—Algo es algo si se honra la palabra —dirán algunos.
El asunto va más allá.
Esa reducción de legisladores debiera repercutir en menores gastos para el país, menores oficinas, menores ujieres, choferes, secretarios técnicos, secretarios privados y esas nubes con las cuales se acompañan los legisladores de izquierda, de derecha o de centro.
Como el poder los hace iguales, incluya usted en el mismo paquete a priístas, perredistas, panistas, petistas, panales y cuantos se le ocurran.
Es un mundo de dinero.
No hay cifras confiables para ilustrarle el tamaño del desperdicio de dinero.
A falta de transparencia —los legisladores dictan las reglas y ocultan sus datos—, recurramos a un estudio de la investigadora María Amparo Casar denominado ¿Cuánto gasta la Cámara de Diputados? Correspondiente a 2010.
Comienza así su texto:
“Más de 9,500 mil millones de pesos se destinaron en 2010 al Poder Legislativo. De ellos, 4,754 millones de pesos fueron para la Cámara de Diputados, 3,570 para la de Senadores y 1,227 para la Auditoría Superior de la Federación. Por su parte los estados gastaron otros 9,500 millones de pesos en sus respectivas legislaturas locales”.
Si la Cámara gastó cuatro mil 754 millones de nueve mil 500, entonces el Senado se llevó la friolera de cinco mil 346 millones.
Cinco mil 346 millones para 128 senadores.
O sea, cada senador nos costó la friolera de 41 millones 765 mil 625 millones en 2010.
Hoy anda un 20 por ciento arriba.
En contraste, cada diputado se lleva 9.5 millones de nuestros impuestos al año.
Ese mundo de dinero agravia a un país de pobres como México.
ESTAREMOS JODIDOS POR LO MENOS HASTA 2018
Aunque elogiable, la idea de reducir esa fauna parlamentaria tiene otros beneficios.
Todos, le advierto, sujetos a una puntual satisfacción de la esperanza.
Cuando desde José López Portillo se habló de dar representación a las fuerzas minoritarias, en aquel tiempo el PARM, el PPS, el PST, el PCM y PSR, se fijaron 100 diputaciones designadas por lista de las burocracias partidistas.
Después se ampliaron a 200.
Y en aras de sacar la reforma al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe), Carlos Salinas llegó al extremo de desvirtuar el pacto federal y asignar ¡la mitad! del Senado a esa fórmula mal llamada “representación proporcional”.
Acredite usted esta exageración anticonstitucional a Luis H. Álvarez y Diego Fernández de Cevallos, quienes a nombre de Acción Nacional (PAN) aportaron los votos necesarios para cumplir los caprichos presidenciales del momento.
Las reformas de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas tuvieron repercusiones estatales y municipales, pues también se aplicaron esas multiplicaciones de burocracia y aberraciones a los Congresos locales y a los ayuntamientos.
Si, en consonancia, se trata de resarcir ese error, entonces deberán suprimirse también 20 por ciento de los diputados locales y 20 por ciento de las regidurías.
¿Se imagina usted si ese ejército deja de sangrar al erario?
México y los mexicanos ganaríamos. Claro, y perdone usted la acotación, si hay voluntad política.
Recemos por ello.
Pero también le advierto: no espere resultados inmediatos.
En el mejor de los casos la Cámara reducirá esos virreyes partidistas a partir de 2015 y el Senado hasta 2018.
O sea, estamos jodidos para los próximos seis años.
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