Sexo, política y poder
Esta semana se conmociona la sociedad internacional, por la difusión en redes sociales de sendas fotografías de miembros del Partido Comunista Chino en clara práctica de orgías sexuales, ante el escándalo de los asiáticos, reprobando la conducta de sus miembros políticos.
Rosa Elvia Bracamontes / rosaelviab@hotmail.com
Para nadie es un secreto que dentro de las prácticas de poder, una de las más usuales, entre muchas, es justo este tipo de actividad. La gente tarde o temprano habla. Los medios de comunicación están ávidos de noticias sensacionalistas de este tipo.
¿Quién no recuerda el lamentable y negado pero descubierto affaire entre la famosa becaria Mónica Lewinsky y un ex presidente de los Estados Unidos?; eso por citar un ejemplo, claro está.
Este pasaje electoral brindó espacio importante a los derechos de los militantes de los partidos políticos, especialmente los de equidad de géneros, a fin de que las féminas tengan los espacios que destina la ley de la materia para que el género pueda desarrollarse en dicho ámbito, sin el agandalle clásico del Club de Tobi, léase “hombres”.
Proteccionista en grado superlativo, el máximo Tribunal en materia electoral, sin más, ordenó que las fuerzas políticas dieran cuenta cabal con el número de mujeres que por ley DEBÍAN participar en las justas electorales y ahí vimos a los partidos políticos pegando carreras para dar cumplimiento, aunque no tuviera materia para dar cuenta de ello.
Y en efecto, vimos aglutinar una serie de nombres de mujeres de las que no sabíamos absolutamente nada y que seguramente, estaban con la cara de “what” al saberse beneficiadas de puro rebote, porque ellas más que nadie eran conscientes que no hicieron absolutamente nada para merecer tal distinción.
Eso, sin soslayar el hecho que la falta de experiencia política y cualquier tipo de capacidad las convertía en personas non gratas a la sociedad, por la simple y sencilla razón de que sus personas no brindan garantía alguna de cara a la sociedad por las circunstancias en que arriban a ejercer un cargo público de elección popular.
Nadie duda que hay mujeres aguerridas que puntuales hacen presencia en los partidos políticos, con su militancia, con trabajos de estructuras y toda la parafernalia que implica la vida política; gente que proviene de la formación de cuadros en los partidos que los estilan; mujeres que generan confianza por su preparación y que al pararse ante un grupo de caballeros no hacen distingos.
Pero la mayoría de los casos, no es así; al ser la política un severo amo que secuestra los tiempos de quienes se inmiscuyen en ella, pocas son las mujeres que eligen entre sus familias y el quehacer público o partidista. Pocas son las que optan por el clásico estrés que se genera el corre-corre de las responsabilidades institucionales. Realmente pocas brindan ese plus.
Aunado a que el mundo masculino, acostumbrado a sus trucos y mañas entre copas y reunioncitas de cuates, brinda poco espacio a esas mujeres que desean progresar sin necesidad de meterse en situaciones furtivas o lesivas a sus valores.
Sin embargo, muchísimas mujeres consienten las viejas prácticas del trueque sexo-poder; es el camino más corto a su desarrollo personal, pero aplicando la ley del mínimo esfuerzo. ¿O no?
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