lunes, 16 de julio de 2012

Punta Fina


Los corruptos que vienen 

El cristal de Andrés López es muy transparente. A través de él se puede ver el origen de la victoria de Enrique Peña, pues por él sólo votaron pobres manipulados a través de la compra del voto o corruptos.

José Ureña / primercirculo@hotmail.com


Aunque con matices, el tabasqueño ha sido constante en su apreciación.
Durante su campaña habló de las certidumbres de su victoria e, inicialmente con Joaquín López-Dóriga y luego en su periplo nacional, la única posibilidad de victoria la advertía en un defecto de la sociedad mexicana:
—El masoquismo colectivo.
Quien no votara por él, lo decía con claridad, es porque quería seguir explotado por la mafia del poder y quienes, a horcajadas en el poder de Televisa —TV Azteca y Milenio tenían alusiones ocasionales—, se dejaban manipular.
Las encuestas no le daban para participar con opción de victoria, pero aceptaba como infalibles sus propios datos y cerca de las votaciones se declaró tres puntos por encima del candidato presidencial priista.
Menos mal.
Esta vez su ambición fue menor a la de 2006, cuando aseguraba llevar una delantera de diez puntos sobre el panista Felipe Calderón, a quien al final favorecieron las cifras oficiales con un reducidísimo 0.56 por ciento.

HISTRIONISMO DE IZQUIERDA
Hoy los estudios demoscópicos tienen otra interpretación.
Fueron instrumento de una larga y metódica campaña orquestada y pagada por el perverso equipo de Enrique Peña y el dato es un argumento más para pedir la invalidez de las elecciones del domingo 1 de julio.
El dato consta en una de las 25 cajas entregadas en calidad de pruebas al Instituto Federal Electoral (IFE), de donde deberán partir hacia el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) para su valoración y sentencia.
Tampoco en el histrionismo hay cambio.
Si en 2006 Gerardo Fernández Noroña encabezó un séquito de lópezobradoristas para entregar unas cuantas facturas de Hildebrando llevadas en cajas y diablitos de carga, en esta ocasión Ricardo Monreal fue acompañado por dirigentes partidistas convertidos en estibadores electorales.
El papel de actuación se completó en la sede del IFE de Leonardo Valdés, en cuya ancha manga lo mismo caben mítines cuando acuden candidatos a su registro como exposiciones de las vergüenzas de la política nacional.
Ahí los propios dirigentes de los partidos —Jesús Zambrano del Partido de la Revolución Democrática (PRD); Alberto Anaya, del Partido del Trabajo (PT), y Luis Walton, de Movimiento Ciudadano (MC)— sacaron el contenido de los bultos.
Ninguna prueba a la vista: playeras, llaveros, gorras, mandiles, bolsas de mandado y otros enseres a los cuales candidatos y partidos tienen acostumbrados a los votantes mexicanos.
Pudieron recibirlos en algún mitin o mandarlos hacer para la ocasión, lo mismo da.
Materia insuficiente para esperar un cambio radical en los magistrados electorales.
Cuando a ellos les parezcan artículos no probatorios de nada y menos de la compra de votos y avalen la elección, no tardaremos en ver el dedo inquisidor del Peje sobre esos jueces de votaciones: serán los nuevos corruptos, los instrumentos de la burguesía para continuar el expolio de la nación.  

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