Esperanza en la izquierda
A hurtadillas, porque Andrés López no tolera nada, Enrique Peña ya negocia con la izquierda. Y a través de intermediarios, pero por algo se empieza. Un reducido grupo de representantes priistas se entrevista con los blandos, con quienes entienden la política como diálogo y busca de entendimiento.
José Ureña / primercirculo@hotmail.com
Su fórmula es simple: a veces se cede, a veces se gana, pero siempre se avanza. Sus mejores exponentes, sin duda, son Los Chuchos, la tribu detentadora de la estructura orgánica del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y encabezada por Jesús Ortega y Jesús Zambrano.
Para entrevistarse con ellos se ha partido del trato cotidiano e inclusive de amistades surgidas a lo largo de años.
Porque priistas y perredistas conviven cotidianamente en la Cámara de Diputados, en la Cámara de Senadores, en entrevistas de radio, en encuentros televisivos, en foros de discusión…
Así han surgido amistades y, cuando Enrique Peña se esfuerza por legitimar su triunfo y dar pasos hacia las reformas necesarias, también trata de entrar en caminos de entendimiento.
Exponente de esa fórmula de acercamiento es Carlos Navarrete, importante por ser coordinador de la bancada del PRD en la Cámara de Senadores y porque se quiere encaminar el entramado jurídico antes de la asunción del 1 de diciembre.
En ese empeño la actual Legislatura es fundamental y le quedan menos de dos meses.
LOS DUROS
Los duros son más difíciles, pero también con ellos hay tratos.
¿Quién no conoce a Alberto Anaya, surgido de los campamentos urbanos de Monterrey (Fomerrey) y hoy apegado a Andrés López para preservar el registro del Partido del Trabajo (PT)?
¿O al veracruzano Dante Delgado, antaño priista y desde el zedillato propietario de la franquicia de Convergencia, devenida en Movimiento Ciudadano (MC)?
Si él manda, el dirigente formal Luis Walton pierde jerarquía.
Duros, dijimos, pero no intransigentes. Le doy un antecedente:
En 1988 Carlos Salinas necesitaba mandar una señal internacional de entendimiento con la izquierda tras las versiones de fraude —caída del sistema en el argot priista de entonces— a Cuauhtémoc Cárdenas.
Aunque débil, entonces el PT ya existía y tenía representación en la Cámara de Diputados.
Salinas negoció con él y su colega José Narro Céspedes y ahí fueron los dos, a donde los llamaban los representantes salinistas, Manuel Camacho entre ellos.
Acudieron a la toma de posesión de Salinas y a Los Pinos para fotografiarse con el presidente entrante y Fidel Castro.
La imagen se difundió con una leyenda: la izquierda mexicana reconoce a Carlos Salinas.
Luego los petistas fueron recompensados: registro del partido, alcaldía de Durango, posiciones en Chihuahua, recursos de Solidaridad a los Comités de Defensa Popular (los CDPs, núcleos sociales del partido) y prerrogativas, muchas prerrogativas en la larga vida del PT.
LOS PANISTAS
Hoy la ambición no es trascender allende las fronteras, sino dentro. La izquierda podrá estar o no de acuerdo con algunas reformas, pero su presencia en su elaboración y enriquecimiento es importante.
A eso se atienen los negociadores de Enrique Peña.
En adición, se trabaja con los gobernadores. Sólo para imaginar:
¿El morelense Graco Ramírez y sus legisladores afines se opondrían a una reforma hacendaria si con ella se le garantizan mayores participaciones?
Lo mismo puede decirse del tabasqueño Arturo Núñez, cuyo estado es petrolero y también está inmerso en las nuevas políticas energéticas. Con esa zanahoria se dialoga con ellos, aunque todavía no haya acuerdos.
Un paso destacable porque al escuchar el discurso de Andrés López cualquier ciudadano podría imaginarse una actitud rupturista de toda la izquierda.
No todos los cuadros del tabasqueño actúan igual. Se les trata de convencer en aras de alcanzar consensos y pronto se conocerán los resultados.
Como pronto se verá también si Felipe Calderón apuesta su capital por una transformación radical del entramado jurídico de México y moviliza a los panistas en esa dirección con cuanto le queda de poder.
Peña ya lo hace.
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