¿Y el país, apá?
Ahí estuvieron los cuatro en un acto inútil. Va su firma y su palabra de por medio: acatarán los resultados de las elecciones sean cuales sean. Eso dice el documento. Muy publicitado, pero al fin de cuentas particular.
José Ureña / primercirculo@hotmail.com
¿Prima acaso ese texto sobre la Constitución o el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe)? De ninguna manera. Pero hacía falta mandar una señal a México —y al mundo— sobre el sometimiento del cuarteto de aspirantes presidenciales, y el presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), el débil Leonardo Valdés Zurita, se dio a la negociación.
¿Dije los cuatro? No, en realidad la duda estaba y está sólo en uno de cuyo comportamiento al momento de leer usted este texto ya tenga algún indicio sobre si por fin honra compromisos o vuelve mandar al diablo a las instituciones nacionales.
Su discurso es de fraude, de manejos políticos orquestados por la mafia del poder cuya mano ejecutora prohíbe reproducir su eterno speech, sus cuentas alegres, sus promesas idílicas, sus ahorros imposibles y su honestidad del brazo de René Bejarano, Carlos Imaz, Dolores Padierna y otros izquierdosos de esa calaña.
Andrés López tiene su historia y en los temores generales está su personalidad.
DE OPOSITOR A PROMOTOR
Aquí lo que importa son otros aspectos de la vida nacional. A impulso de la iniciativa privada, en específico del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) de Gerardo Gutiérrez, el IFE cayó en la tentación y montó un espectáculo mediático con la esperanza de no ver reproducido el 2006.
Ese lucimiento da oscuridad a otro: ¿Por qué no convocar a un pacto por el desarrollo del país, por las reformas estructurales, por un proyecto para despertar por fin a México al crecimiento y a la prosperidad? Porque ha faltado un líder. Es un pleito tan viejo como egoísta de los partidos políticos.
Le doy un antecedente de las reformas pendientes:
En 1998, cuando el presidente priista Ernesto Zedillo propuso una reforma energética sin privatizar Pemex, con apertura económica sin quitar los órganos de gobierno petroleros al Estado, hubo una oposición férrea de Acción Nacional.
¿Y quién presidía al PAN? Un señor llamado Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. Por si usted no lo conoce, le doy otra pista: hoy ese señor discursea con lamentos y críticas porque no se han atendido las reformas estructurales, entre ellas la energética.
¿Y sabe usted quién no la impulsó en la Legislatura por terminar? Su operadora Josefina Vázquez, cuyo ausentismo está documentado.
Y si andaba en campaña, no tenía tiempo de negociar en el Congreso. Y si nadie negociaba, ni modo de dar al gobierno lo no negociado.
SIN LÍDER, CON DIQUE
El egoísmo de los partidos, le decía arriba, lo padece México.
No creo lo dicho por Felipe Calderón, Javier Lozano, Josefina Vázquez y otros panistas: con la simple aprobación de la reforma laboral se crearían más de 400 mil empleos al año. Eso es falso.
Se tienen recursos legales y administrativos para impulsar la inversión, pero no se aprovechan.
Al contrario, le dan la vuelta a la Ley Federal del Trabajo (LFT) mediante contratos indirectos de personal, las llamadas outsourcings, el gran negocio de los empresarios durante los gobiernos panistas a costa de los derechos de los trabajadores.
Con semejantes maneras de burlar la ley, ¿para qué necesitan más manga ancha? Lo mismo puede decirse de las otras dos reformas, la energética y la hacendaria. De la energética ya hablamos, pero la hacendaria ha sido rechazada por priistas y perredistas.
Fue la causa del rompimiento de Vicente Fox con Roberto Madrazo y luego de éste con Elba Esther Gordillo, quien como coordinadora parlamentaria del Partido Revolucionario Institucional (PRI) prometió varios cambios impositivos, entre ellos el IVA a medicinas y alimentos.
Desde entonces no ha habido un esfuerzo serio por avanzar en ningún sentido. Así trasciende el país los dos sexenios panistas. ¿Cuánto a que vamos a seguir igual?
Intentaré documentarle el escepticismo: el Partido de la Revolución Democrática (PRD) o la izquierda en general se perfilan como segunda fuerza y, con ellos de oposición en el Congreso, será prácticamente imposible cualquier reforma fundamental.
No habrá mayoría calificada en el Congreso de la Unión. Salvo, siempre caben las excepciones, si a la Presidencia de la República llega un líder capaz de conciliar. ¿Ve usted uno?
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