Transición tabasqueña
Los cambios en el poder que experimentó Tabasco las últimas ocho décadas fueron de grupos dentro del propio partido hegemónico y se dieron, hasta el año 1994, por mandato ya sea del Presidente de la República en turno o del candidato presidencial. A partir de ese año la sucesión estatal se definió en el estado, pero siempre a favor de priistas. En 2012, una historia diferente empezará a escribirse.
Fernando Hernández Gómez / fdohernandezg@hotmail.com
Era común que tras ser destapados, a los candidatos a la gubernatura tenía que ir a recibírseles al aeropuerto de Villahermosa, desde que éste se ubicaba por lo que ahora es el complejo urbanístico Tabasco 2000. Era ahí cuando el tabasqueño común y corriente conocía a quien sería el siguiente mandatario estatal.
Me tocó cubrir el arribo de Enrique González Pedrero, en 1982, al entonces nuevo aeropuerto Carlos A. Rovirosa. El rostro de un chelo de ojos azules asomó de aquel jet que trajo a quien iba a ser proclamado —sin conocerlo sus paisanos— por los tres sectores como candidato y cuasi futuro gobernador. Venía con la bendición del candidato presidencial Miguel de la Madrid Hurtado.
Seis años después se repitió la historia. Salvador Neme Castillo fue favorecido por el dedo del candidato presidencial Carlos Salinas de Gortari. Aunque al entonces líder del Senado también se le fue a recibir al aeropuerto, éste había hecho carrera política en la entidad, pues fue cinco años secretario de Gobierno con Leandro Rovirosa Wade.
A Neme Castillo le tocó enfrentar, en 1988, al primer opositor real, Andrés Manuel López Obrador, postulado —también desde el centro— por una coalición de los que eran entonces los partidos de izquierda: PMS, PFCRN, PPS y PARM.
Corrían las primeras semanas de 1994 y se daba como un hecho que el aspirante a la gubernatura sería Roberto Madrazo Pintado. Ningún tabasqueño, como él, tan cercano al candidato presidencial Luis Donaldo Colosio Murrieta.
El asesinato del sonorense y la sustitución por Ernesto Zedillo Ponce de León no varió los planes. El candidato presidencial sustituto respetó el acuerdo de Colosio y Madrazo fue candidato. Esta vez no hubo necesidad de ir a buscarle al aeropuerto, pues el hijo del ex gobernador Carlos Alberto Madrazo radicaba aquí; era el presidente del PRI estatal. Su rival fue López Obrador, quien repetía como candidato, ahora por el PRD.
La falta de oficio político del Presidente Zedillo echó al caño muchas tradiciones de la política mexicana. La mala conducción en el proceso de elección del candidato a sucederlo —en el que participó Madrazo Pintado— tuvo como otra de sus consecuencias que se rompiera la costumbre que desde Los Pinos se diera luz verde a la sucesión tabasqueña.
El entonces subsecretario de Gobernación, Arturo Núñez Jiménez, parecía el priista que recibiría la bendición presidencial para ser candidato a gobernador de Tabasco. Para legitimar la candidatura presidencial de Francisco Labastida Ochoa, Roberto Madrazo consiguió no sólo regresar al estado sino que le arrebató al centro el derecho de nombrar sucesor.
Descobijado por el centro, Núñez Jiménez vino en el año 2000 a hacer precampaña contra el precandidato de Madrazo Pintado: Manuel Andrade Díaz, quien dispuso de todos los recursos para ganar no sólo la interna, sino también la elección constitucional —anulada por el Trife— y la extraordinaria (2001), que le tocó atender al gobernador interino Enrique Priego Oropeza.
Las dos ocasiones en que contendió por el cargo, Andrade llevó como adversario a César Raúl Ojeda Zubieta, ex priista igual que López Obrador.
Con el PRI fuera de Los Pinos, el ex alcalde de Centro, Andrés Granier Melo le arrebató al gobernador Andrade la candidatura al gobierno estatal, en 2006. Su adversario fue Raúl Ojeda.
Contra lo que se esperaba, en 2012, con un gobernador que se mantuvo al margen del proceso interno para seleccionar a su probable sucesor y cuando el PRI volvió a arañar la posibilidad de retornar a Los Pinos, su candidato presidencial Enrique Peña Nieto ejerció las facultades de tlatoani y le recetó a los priistas tabasqueños la candidatura de Jesús Alí de la Torre.
El centro se precipitó. Leyó mal los tiempos. Erró en la selección y los tabasqueños reivindicaron en las urnas su derecho a elegir a su gobernador. Lo hicieron otorgándole su voto mayoritario a aquel político que doce años atrás quiso ser candidato priista y esta vez portó la camiseta amarilla: Arturo Núñez Jiménez.
SIGNOS DE NUEVOS TIEMPOS
Los electores de la entidad se volcaron a las urnas y se decidieron por la alternancia. Lo hicieron pacíficamente. Y todo indica que la transición de un gobierno priista a uno perredista será ordenada.
Apenas se cerró el programa de resultados electorales preliminares —el lunes 2—, el gobernador Andrés Granier llamó a respetar el veredicto de las urnas e instruyó a los titulares de las diversas dependencias estatales a preparar el proceso de entrega-recepción, para que se haga en forma transparente y ordenada.
El mandatario estatal ofreció además cooperar con el gobernador electo para armar el presupuesto de egresos de Tabasco 2012.
Se trata de gestos que auguran que no sólo se dará una transmisión ordenada de poderes, sino que Tabasco seguirá su marcha, sin contratiempos, con la asunción de Núñez al poder y el arribo, también, de una clase política con el sello de la izquierda.
Como gobernador electo, Arturo Núñez es muy cuidadoso de los tiempos en que le tocará cohabitar con el gobernador constitucional.
Terminada la veda electoral, Andrés Granier retornó a sus actividades normales; seguirá trabajando por la gobernabilidad, entregará sus últimas obras y preparará la entrega-recepción. No se ha ido. Y lo recordó hace poco: “Esta administración no ha bajado todavía la cortina”.
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