¿A dónde irán...?
Borrado el PRI prácticamente del nuevo mapa político de Tabasco —no sólo perdió la gubernatura sino también el Congreso local y los principales ayuntamientos, y su presencia en gobiernos municipales se reducirá al corredor de Los Ríos, a Jalapa y Paraíso—, los tabasqueños conocerán un nuevo estilo de gobernar, conducido casualmente por ex priistas que, con Arturo Núñez Jiménez a la cabeza, se establecerán a partir del 1 de enero de 2013 en la Quinta Grijalva.
Fernando Hernández Gómez / fdohernandezg@hotmail.com
¿Habrá cacería de brujas?, es la primera pregunta que salta entre los perredistas recalcitrantes que clamarán por un ajuste de cuentas contra muchos miembros del tricolor que se las deben, y entre los priistas que saben que se despacharon con la cuchara grande en los cargos públicos que ocuparon los últimos años, pese a que aún no se ha decretado un ganador oficial de la histórica elección de gobernador del 1 de julio.
Quizá tranquilizará a algunos que el virtual ganador de la elección de gobernador haya dicho que “no voy a hacer cacería de brujas, porque las brujas me dan mucho miedo, pero de delincuentes sí”. No se confíen. Los que le hayan metido uña al presupuesto público deben leer bien lo señalado por Núñez: “Yo no voy a ser encubridor ni cómplice de nadie”, aunque acotó que jamás ha usado el poder para lastimar a nadie. A ver si no llega con la espada desenvainada.
Y mientras en la casa de campaña de Núñez Jiménez hubo pachanga la noche del domingo que se prolongó hasta la madrugada del lunes —con mariachis que no se cansaban de entonar Las Golondrinas—, en la sede del tricolor estaban prácticamente hechos bolas con sus actas de escrutinio que corroboraban que su acérrimo rival, el PRD, es el nuevo partido mayoritario en el estado, pues prácticamente se llevó el carro completo: de 39 cargos disputados, se agenció 30.
Más allá de las encuestas publicadas, lo ocurrido el domingo 1 era un escenario previsible. En el gobierno estatal ya empezaron los preparativos para la entrega-recepción desde hace meses, y su titular Andrés Granier Melo estará a la espera de que se oficialice la victoria de Arturo Núñez para coordinarse a fin de que se nombren los respectivos equipos para la transición en la administración pública.
El futuro mandatario estatal tendrá tiempo de sobra para designar a su equipo de transición y, también, a quienes serán integrantes de su gabinete; para valorar una reforma administrativa acorde con su propuesta de ‘cambio verdadero, analizar el arqueo a las finanzas estatales, e ir formulando el programa de arranque de su administración.
Hemos conocido a Núñez por su desempeño en cargos públicos de alto nivel en la capital del país: fue subsecretario de Gobernación, primer director del IFE y titular del Infonavit, y también ejerciendo posiciones de liderazgo político, como coordinador de la bancada priista en San Lázaro, pero ¿cómo será Núñez gobernador?
No nos referimos al Súper-Núñez que se empeñará en cumplirle a los tabasqueños lo prometido, sino al estilo que imprimirá al ejercicio del poder. ¿Qué será lo primero que haga desde la titularidad del Ejecutivo estatal? ¿Cuál será el perfil de sus colaboradores? ¿Se rodeará únicamente de perredistas o invitará a que trabajen con él a miembros de su ex partido?
Nos quedamos con los conceptos que le expuso el lunes 2 a Telerreportaje: “El gobierno tiene que ser para todos y tiene que ser la base de un nuevo entendimiento y de una autentica reconciliación. Ahora me voy a empeñar y aplicar en reconciliar Tabasco. Le extiendo la mano a todos los tabasqueños de buena fe que quieran iniciar una nueva etapa para Tabasco”.
Esto, apuntó, se verá desde la composición de su equipo de trabajo. “Yo no voy a tener distinción —afirmó— si hay gente valiosa que la hay dentro del PRI. Hablamos de invitar a algunos. Soy muy orgulloso de mi camiseta perredista, desde luego y se vale dentro de la vida democrática establecer prioridades en la atención de sus correligionarios de partido, lo que no se vale es exclusividades”.
A partir del 1 de enero los tabasqueños habremos de experimentar también otro escenario inédito: la relación entre un gobierno federal priista y una administración estatal perredista.
Ya hemos visto cómo en la capital mexicana han podido cohabitar los regímenes del partido del sol azteca con gobiernos de otra filiación, como el del priista Ernesto Zedillo —le tocó con Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles—, y de los panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, que lidiaron con Andrés Manuel López Obrador, Alejandro Encinas y Marcelo Ebrard.
Ahora seremos testigos de las relaciones que inaugurarán un régimen surgido de un PRI que regresa a Los Pinos, y uno de un PRD que nunca ha gobernador en la entidad y que se sentirá como niño con juguete nuevo dentro de la Quinta Grijalva.
Enrique Peña Nieto deberá establecer un marco de relaciones con un miembro de un partido distinto al suyo: Arturo Núñez, y refrendar con Tabasco —a pesar de que le fue mal, muy mal en las urnas instaladas en la entidad— lo que prometió en campaña: ser un tabasqueño por adopción.
Núñez Jiménez tendrá que incluir en su agenda política e institucional como un tema prioritario su relación con el nuevo jefe de la Nación pero también con los titulares de las diversas áreas del gobierno federal, si es que quiere sacar con prontitud temas como las tarifas eléctricas justas y los adeudos con la CFE, y revisar otros asuntos no menos importantes, que tiene que ver con Pemex y Conagua.
Para los priistas fuera del poder quedará un posible refugio presupuestal: las delegaciones federales, en cuyo reparto tendría mano Benito Neme Sastré, quien fungió como coordinador jurídico de la campaña presidencial de Peña Nieto.
El pastel federal en Tabasco lo conforman principalmente las delegaciones de Sedesol, SCT, Sagarpa, Conagua y Pemex, y en menor medida, las de Semarnat, Secretaría de Economía y la superintendencia de CFE. Y los panistas que las ocupan, deben prepararse para entregárselas a priistas el 1 de diciembre.
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