martes, 3 de julio de 2012

En el desamparo, 40 mil adultos mayores en Tabasco


Según el INEGI, en la entidad hay más de 135 mil personas en esa etapa de la vida, de los cuales más del 40% no son derechohabientes de ninguna institución social y están en situación de riesgo 

Eduardo Cota



El número de adultos mayores que viven en México casi se ha triplicado desde 1970 a la fecha, y se estima que la tasa de crecimiento en este nivel de edad alcance niveles inéditos en la historia demográfica del país y se mantenga por arriba de 4 por ciento anual entre 2012 y 2050, cuando se prevé haya 36.2 millones de personas mayores de 60 años.
Ello representa un gran reto para las autoridades estatales, pues de acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), tan sólo en Tabasco existen más de 135 mil personas en esa etapa de la vida, de los cuales más del 40 por ciento no son derechohabientes de ninguna institución social, lo que los hace estar a merced del maltrato, abandono y el olvido, así como de enfermedades y posterior muerte.
Precisa el INEGI que en la actualidad alrededor de 40 mil adultos mayores que viven en Tabasco, no cuentan con ningún tipo de pensión o ingreso propio, lo que los hace depender de sus familiares, pero también de ser víctimas de maltrato, explotación o abandono, como es el caso de Doña Ignacia Frías, quien debido a su situación de soledad piensa internarse en la Casa del Árbol.
Sola, Doña Nachita deambula por las calles recogiendo las sobras en casas para llevarse algo al estómago: En la cara se le nota la tristeza y mientras se come un bolis, nos platica que no tuvo hijos y que nunca se casó, “porque según me contaba un tío, mi madre fue violada por un familiar y de ahí nací; por eso nunca conocí a mi padre y mi mamá siempre me dijo que los hombres eran malos”.
Ese es sólo un caso de una anciana que no cuenta con respaldo económico alguno, pero tampoco con oportunidad de un trabajo, aunque la Delegación Tabasco del Instituto Nacional de Atención a las Personas Adultas Mayores (INAPAM) revela que la principal preocupación en la agenda nacional, es resolver el problema de la inserción de los abuelos en el ámbito laboral.
Según proyecciones del Consejo Nacional de Población (Conapo), anualmente más de 25 mil personas pasan a formar parte de este grupo poblacional, por lo que las posibilidades de que cuenten con una pensión y servicios médicos son cada vez más difíciles.
El envejecimiento representa el triunfo de un proyecto de nación que vislumbró la necesidad de garantizar el derecho de las personas a gozar de una vida larga y saludable, y a decidir sobre el número y espaciamiento de la descendencia.
Los retos que plantea este fenómeno son de gran magnitud porque exige una extraordinaria capacidad de adaptación de las instituciones; sin embargo, nuestro país todavía cuenta con el tiempo suficiente para que la sociedad y el Estado se preparen para dar respuesta a los desafíos que esta transformación implicará en el futuro.
“Hoy en día los jóvenes deben de tomar con seriedad este proceso de la vida, y no atenerse a las Afores, no atenerse al SAR, sino a proyectos de vida que garanticen su seguridad para el futuro”, considera Ramiro Guerrero, delegado del INAPAM.

EN DESAMPARO,40% DE ABUELOS
Estadísticas del Segundo Conteo Nacional de Población revelan que uno de cada cuatro abuelos mexicanos que representa un 60 por ciento, cuenta con derechohabiencia o logró algún tipo pensión, mientras que el 40 por ciento restante dependen casi en su totalidad de sus familiares o en su caso de ellos mismos a través de pequeños trabajos en el sector informal.
La vejez es una edad terrible si se la vive en completa soledad. Desafortunadamente, muchos ancianos se enfrentan a esa ‘nueva niñez’ en el mayor de los desamparos. 
Los países industrializados suelen tener sus soluciones para lidiar con la edad avanzada: asilos o servicios de residencia total o parcial. Sin embargo, estas opciones no son siempre la respuesta al problema de qué hacer con nuestros ancianos. 
La psicóloga Ana Luisa Sánchez, especialista en relaciones familiares, asegura que confinar a un anciano a un asilo puede ser cruel porque da la impresión de que nos estamos deshaciendo de algo desechable, a lo que le sacamos provecho, y cuando no nos sirve simplemente lo tiramos; por otro lado, los jóvenes con sus trabajos y el ajetreo de la vida no tienen el tiempo necesario para atenderlos. 

LA TERRIBLE SOLEDAD
Ante ello, dice, es evidente que lo terrible de la vejez no son las arrugas ni los achaques sino la soledad y la impotencia de estar a merced de otros. Los ancianos se sienten denigrados por tener que volver a ser niños, y en muchos casos se reúsan a aceptar la realidad de que ya no son capaces de valerse por sí mismos, sobre todo cuando tienen más de 90 años, indica.
Hay que recordar que muchos ancianos no pudieron estudiar porque tuvieron que ayudar a sus familias, y los que pudieron, lo hicieron con todo su corazón y sus ganas, conscientes de la suerte que tenían. Sin embargo, muchos otros pasaron hambre y trabajaban largas jornadas, ejemplifica la doctora Ana Luisa Sánchez.
Por tanto, considera, “no debe olvidársenos que (ellos) nos sacaron adelante con grandes sacrificios, teniendo siempre como meta en su mente que tuviéramos todas las oportunidades y llegáramos lejos en la vida. Nos enseñaron la importancia del esfuerzo y los valores esenciales del ser humano. Nos apoyaron en las dificultades, comprendieron nuestros errores, y nunca se vanagloriaron de su labor, porque no eran conscientes de la importancia de lo que estaban haciendo”.
Ahora que ellos son los abuelos y nosotros los padres, a menudo se nos olvida darles las gracias o al menos nuestro cariño, porque son un poco pesados y siempre cuentan las mismas historias, porque ya no llevan el peso de la conversación como antes, indica la especialista, quien destaca la necesidad de crear una cultura de convivencia y cuidado de los abuelitos.
Y advierte un irremediable destino: “algún día, nosotros seremos los ancianos. Y me pregunto si habremos podido hacer por nuestros hijos la mitad de lo que nuestros padres hicieron por nosotros, y, cuando también nos dejen a un lado, comprenderemos la situación con la misma resignación con que lo hacen ahora nuestros adultos mayores”.  

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