lunes, 23 de julio de 2012

Encuestas falibles: ¿demoscopia o propaganda?


Ernesto Sanabria A. / netosanabria@hotmail.com



En numerosos artículos y editoriales de medios impresos, noticieros televisivos y radiofónicos se han publicado argumentos de desagravio a las casas encuestadoras y explicaciones tangenciales sobre la influencia de sus estudios demoscópicos en el resultado de la votación. Por ejemplo, recientemente la periodista Denise Maerker afirmó en su programa “Atando Cabos” de Radio Fórmula que dichos estudios de opinión perjudicaron a Peña más que favorecerlo, con el razonamiento de que inhibieron el voto de los apáticos y motivaron a los andresmanuelistas a promover a su candidato con más ahínco.
Es evidente el sesgo que ahora el Grupo Fórmula y Milenio, por citar algunos medios, quieren darle a las encuestas, minimizando su efecto y desestimando el peso que éstas ejercieron, cuando fueron precisamente ellos los que más recurrieron a tales instrumentos —utilizados más como propaganda que como fuente de información— para anticipar un triunfo holgado del candidato priista.
Un claro ejemplo de cómo influyeron las encuestas en los ciudadanos de escaso criterio, fue el de Vicente Fox, quien se declaró abiertamente promotor de la candidatura de Peña. El ex presidente dijo textualmente: “...Yo tengo que pensar racionalmente, yo soy un hombre de mercadotecnia, yo creo en las encuestas, sé que no están equivocadas y veo que esto ya está por suceder o prácticamente este arroz ya se coció...” (Excélsior, 20 de junio).
Es decir, fundamentó su apoyo al priista en la amplia ventaja que le concedían las encuestas e hizo un llamado a los panistas y a los ciudadanos en general a sufragar por aquél. Ello demuestra que Fox y sus seguidores, pese a ser de filiación panista, votaron por Enrique Peña no porque fuera el mejor candidato, ni porque sus propuestas fueran mejores, sino porque era “el puntero en las encuestas”. Si estos recursos de medición hubiesen dado como favorito a López Obrador, ¿lo habría apoyado? Jamás lo sabremos, pero se intuye que la respuesta sería negativa.

MITOFSKY AL DESCUBIERTO
Luego del rotundo fracaso en las predicciones, algunas firmas y medios de comunicación se “lavaron las manos” aduciendo errores en sus conclusiones, inconsistencias en sus métodos y hasta argumentando supuestos cambios radicales en las preferencias en los últimos días, como justificó con absoluto descaro Roy Campos, de Consulta Mitofsky, cuando su empresa consistentemente había ubicado a Peña en un techo casi inamovible durante todo el proceso e inclusive mucho antes, sin que le afectaran contrario a la lógica sus resbalones en la Feria Internacional del Libro (fracasó al tratar de citar tres libros que marcaron su vida) y en la entrevista con el diario español El País (su desconocimiento del monto del salario mínimo y del precio de la tortilla porque “no es la señora de la casa”).
Tampoco le afectaron (en las encuestas de Mitofsky, repetimos) las declaraciones imprudentes de su hija en Twitter (donde despreció a la “prole pendeja y envidiosa”), o bien su escaso performance en los dos debates ni la presunta “guerra sucia” del PAN cuando lo calificó de mentiroso al demostrar que no cumplió todos sus compromisos como gobernador del Estado de México, ni siquiera la explosiva detonación del movimiento estudiantil “#YoSoy132”.
Las justificaciones son lo de menos. El daño ya está hecho y cada casa encuestadora, cada medio de comunicación, deberá asumir los costos de sus yerros traducidos en credibilidad y sus consecuentes efectos.
Este lamentable fenómeno obliga a debatir sobre la aplicación de “candados” legales para evitar que los estudios de opinión se conviertan en promotores de candidaturas y tomen un papel protagónico en las contiendas electorales, como fue el caso del reciente proceso, ya que más que abonar a la certidumbre, su uso excesivo y tendencioso genera un efecto contrario y polariza a la sociedad y a los propios contendientes.  

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