El último out
De la guerra de encuestas a la guerra sucia, la disputa electoral tabasqueña está a todo lo que da entre priistas y perredistas que buscan quedarse con un pastel que se llama Tabasco e incluye la gubernatura, el Congreso local, 17 ayuntamientos y recursos presupuestales que superan los 40 mil millones de pesos anuales.
Fernando Hernández Gómez / fdohernandezg@hotmail.com
Nadie cede un ápice, y de actitudes de civilidad que mostraron antes que iniciaran formalmente sus campañas —el 14 de mayo—, los candidatos a gobernador pasaron a una confrontación abierta, que va de críticas a sus ofrecimientos electorales hasta cuestionamientos a sus desempeños públicos e historias personales.
La contienda pasó también de los simples dimes y diretes que acostumbran los actores políticos para atraer reflectores, a denuncias de orden legal —penales inclusive— por presuntas irregularidades y hasta acusaciones mediáticas de querer reventar la elección si el triunfo no favorece a unos u otros.
En la recta final del proceso electoral que culminará el 1 de julio, las dos principales recibieron revés de tribunales electorales que les obligaron a modificar sus listas de candidatos a diputados locales y de regidores, para cubrir cuotas de equidad de género y hasta por impugnaciones de sus propios militantes que reclamaron violaciones a sus derechos políticos.
La semana que feneció estuvo plagada de incidentes que todavía se enmarcan en un escenario de brotes aislados de violencia: dos presuntos allanamientos de perredistas a bodegas priistas en el municipio de Centro, un choque entre seguidores del partido tricolor y el del sol azteca en la Universidad Popular de la Chontalpa, e intimidación a militantes del PRI que acudían a evento de su candidato al gobernador, en San Fernando, Macuspana, por perredistas armados con machetes.
Esos son incidentes aislados, subrayan consejeros del IEPECT, funcionarios gubernamentales y hasta el dirigente de un organismo empresarial —Daniel Vázquez Díaz, de Coparmex— que, sin embargo, exhortan a partidos, candidatos, dirigentes y actores políticos a conducirse en un marco de civilidad y de respeto a la legalidad, y a que eviten acciones que alteren la tranquilidad y el orden.
Podrían ser incidentes aislados; empero, dirigentes partidistas y candidatos ya se están señalando mutuamente de emprender contra sus contrarios una guerra sucia o de lodo, y hasta de poner en marcha manuales de campañas negras, lo que coincide con la mención y aparición en la escena tabasqueña de personajes como el uruguayo Luis Costa Bonino, el español nacionalizado mexicano Antonio Sola Reche y otros expertos en esos menesteres no tan afamados.
Las encuestas más recientes de reconocidas firmas que se han hecho públicas (Beltrán y Asociados, y Consulta Mitofsky) favorecen ampliamente al abanderado priista Jesús Alí de la Torre. El PRD dio a conocer el fin de semana un par de sondeos de las empresas Ipsos-Bimba, y Beltrán y Asociados, en que su candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador aventaja a sus competidores en Tabasco, pero es del mes de abril y no incluye a su candidato a gobernador Arturo Núñez Jiménez.
En la calle, la ciudadanía se mantiene a la expectativa. Muchos son recelosos para dar a conocer sus preferencias por la gubernatura. Los perredistas apuestan al paisanaje y consideran que el efecto López Obrador que hace seis años arrastró al triunfo a los candidatos al Congreso de la Unión, se repetirá en estas elecciones concurrentes (federales y estatales) y que la fuerza del opositor tabasqueño remolcará a los candidatos locales.
En el PRI no parecen asustados. Hasta podría pensarse que hay un cierto exceso de confianza por los números que dan las encuestas de intención del voto y por estudios demoscópicos propios que el candidato a gobernador ha encomendado a Manuel Paz Ojeda, un miembro del Panal con maestría en política y gobierno de América Latina por la Universidad de Essex (Inglaterra), que le dan ventaja por arriba de los 17 puntos porcentuales sobre su más cercano competidor.
Salvo por lo que consignaron diarios locales del lunes y por los festejos en las tres casas de campaña —no olvidemos que el PAN también existe y tiene candidato: Gerardo Priego Tapia—, no se sabe qué tanto influirá el inédito, primero y único debate del domingo de los tres abanderados a la gubernatura, en el ánimo de los electores, y si éste movió los números que mostraban las encuestas previas.
Diga lo que se diga, no debe olvidarse que en esta contienda el PRI es el enemigo a vencer. Si no se quiere reconocer que el candidato priista lleva ventaja en los sondeos, tampoco debe soslayarse que en Tabasco hay gobierno priista, que el tricolor ganó en las elecciones intermedias de 2006 la mayoría de cargos federales y locales, y que el candidato presidencial del tricolor mantiene su ventaja en todas las encuestas desde hace muchos meses y no debe descartarse el efecto Peña Nieto en la entidad.
En este ambiente político intenso que se vive y se respira en todo Tabasco, tres ex gobernadores —Roberto Madrazo Pintado, Manuel Andrade Díaz y Enrique Priego Oropeza— se han sumado de lleno a tareas de proselitismo a favor de Jesús Alí, y están tan seguros del triunfo el 1 de julio, que descartan que el efecto AMLO vaya a hacer estragos en el tricolor, como hace seis años.
Sin embargo, en la casa tricolor no debe haber aún manifestaciones de triunfalismo. Ésta es una advertencia que hace Roberto Madrazo. Lo dijo en lenguaje beisbolero: “Esto no se acaba hasta que caiga el ultimo out. Tenemos que trabajar muy fuerte. El peor amigo que pudiéramos traer de compañeros es la confianza… el exceso de confianza. Eso no lo puede tener el PRI. El PRI tiene que entender que ésta es una elección competida y hay que trabajar parejo”.
El ex gobernador que sabe mucho de contiendas electorales, del sabor del triunfo y, también, de cómo se siente la derrota en carne propia, lo recalcó con contundencia: “No podemos confiarnos. Sabemos que tenemos una ventaja, pero es una competencia, y en la competencia no se gana hasta que se cuentan los votos”.
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