lunes, 30 de abril de 2012

Buitres


No concibo qué pudiera llevar a cometer un acto de barbarie como el asesinato de las cuatro criaturitas secuestradas desde el martes 24 de abril en Tapijulapa y halladas muertas en un paraje de un rancho, a tres kilómetros de esa villa. 

Fernando Hernández Gómez / fdohernandezg@hotmail.com



Mientras las autoridades no determinen el móvil de este infanticidio múltiple, todo serán elucubraciones sin sentido. Ya se descartó el robo de órganos.

Pero ningún avance que se presente en la investigación de este inhumano crimen nos dejará satisfechos, a nosotros como sociedad, y menos a los padres de los pequeños, que han de estar sumergidos en un sufrimiento terrible.
A ver si este lamentable suceso conmueve un poco a los señores diputados y a quienes detentan autoridad para tratar de tapar el pozo en cuestiones que tienen hoy en la indefensión a tantos y tantos menores de edad, y se ocupan un poco en castigar con mayor rigor las conductas que atentan contra su integridad y su sano desarrollo.
Y, de paso, ven cuestiones como la formación de niños y jóvenes en valores humanos, la integración familiar, el combate a la pobreza en comunidades marginadas, y la salvaguarda de la sociedad, antes que pensar en cubrir sus espaldas.
Desafortunadamente estamos tan politizados y metalizados nuestros valores, que estos aspectos pasan a segundo término y son relegados en los debates y en las agendas de nuestros los políticos.
Les interesará más zambullirse en la guerra de lodo o campañas negras —como se le dice ahora al golpeteo político—, que buscar la justicia.
Habrá ruido un rato, pero la algarabía de las campañas electorales y el bullicio de la feria estatal acabarán por ocultarlo.
¿Y la sangre inocente derramada?
Tan inmersos que estamos en cosas mundanas, en grillas políticas —y muchos en atender sólo sus mezquinos intereses personales— que nadie repara en que muchas familias y comunidades están en plena decadencia.
La sociedad se asombra con acontecimientos que reflejan cada vez más saña y exhiben total ausencia de Dios en quienes los cometen. Pero nadie hace nada; si acaso algunos elevan oraciones.
El amor que pregonó, por el que sufrió al ser martirizado y por el que murió Cristo —el amor al prójimo— cada vez está más alejado de los corazones de la gente, y ya hasta lo agarraron de bandera política.
Por más que Cristo invite al perdón, a la reconciliación, para que su Palabra obre en nosotros un cambio de vida, parecen ser mucho más fuertes el egoísmo, la soberbia y el total desamor, que no son otra cosa que el rechazo a esa salvación que Él quiere regalarnos. 
La sociedad de ahora es como aquel pueblo judío que el Domingo de Ramos aclamó al Redentor, y cinco días después, el Viernes Santo, vociferó contra Él.
Si viviera Cristo en estos días en que tenemos una sociedad moderna, lo volveríamos a crucificar. Una y otra vez. Como lo hicimos con esos cuatro pequeños que dejamos desprotegidos a merced de esos buitres.
No hay nada que remedie tal pérdida. Quizá sirva de consuelo que estos cuatro pequeños son ahora ángeles celestiales.
Ojalá el peso de la justicia de los hombres se haga sentir sobre estos seres rapaces que enlutaron a dos familias allá en Tacotalpa y conmovieron a todos los tabasqueños. Ojalá. Porque de la justicia divina no escaparán. Nadie escapa.
Y va una reflexión que no debe faltar en casa como consejo de padres a hijos, y que los malvados y quienes piensan apartarse de la ley de Dios deben tener presente:
“¡Hijo mío, si los pecadores quieren arrastrarte al mal, no los sigas!... Hijo, no sigas sus pasos, aléjate de sus caminos: sus pies corren hacia el mal y dentro de poco derramarán sangre. El pájaro que advierte la trampa no cae en ella, pero ellos acechan su propia vida y trabajan contra sí mismos. Así acabará cualquier hombre que vive de rapiñas: un día cualquiera la rapiña le cobrará la vida”. (Proverbios 1: 10, 15-19)

EL MINI-PODEROSO
Hay cosas que uno no se explica a veces, como el grado de impunidad de que goza Ramón Díaz Uribe, regenteador del Sindicato de Trabajadores del Colegio de Bachilleres de Tabasco y talón de Aquiles del subsistema de educación media superior del estado, al que tiene prácticamente secuestrado.
Díaz Uribe dispone de recursos económicos del Cobatab, pone y quita funcionarios en la Dirección General y en los 49 planteles que conforman este subsistema, y cuando algo no le place suspende clases sin razón alguna y sin importarle que pueda afectar la formación —de por sí deficiente— de más de 50 mil jóvenes.
Sus paros laborales —ha realizado dos en el actual ciclo escolar y emplazó para otro terminando el puente— son ilegales. No cuenta con aval de ley ni de autoridad laboral alguna. Pero él, por sus pantalones, sus caprichos y sus chicharrones que por lo visto son los únicos que truenan en el Cobatab, suspende clases sin previo aviso.
Clip / Reporte Semanal exhibió en su edición anterior la nómina secreta del Cobatab, en la que están incluidos parientes, protectores y compinches de Díaz Uribe, lo que representa una sangría de más de un millón de pesos que, mes a mes, se le paga a gente que cobra sin trabajar.
¿Quién lo protege? Porque ante tal impunidad no puede pensarse otra cosa que algún poderoso o temeroso lo encubre, a menos que el diputado Fernando Morales Mateos —uno de los aviadores— nos demuestre otra cosa.  

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