martes, 6 de diciembre de 2011

Paternalismo procrea rezago social


Cuando la desesperanza agobia a las familias mexicanas por falta de oportunidades para salir de la marginación, cuando millones de ciudadanos no encuentran empleo o tienen ingresos por debajo de los requerimientos para satisfacer sus necesidades, se convierten en potenciales víctimas de políticos sin escrúpulos que ofrecen en campaña la solución a todos sus males sin ningún argumento que sustente sus “propuestas progresistas”.

Contrario a las ofertas demagógicas disfrazadas de proyectos de gobierno orientados al desarrollo social, lo que el pueblo de México necesita es políticos comprometidos de verdad con la gente, con propuestas serias, con una plan de trabajo que impacte en el desarrollo de las comunidades; sin falsos mesianismos ni promesas inviables, ni mucho menos con acciones paternalistas que en vez de ayudar a quienes menos tienen los marginan más a la pobreza.
Para nadie es un secreto que en nuestro país los gobiernos estatales y municipales emanados de partidos con ideología izquierdista enarbolan como bandera una plataforma de gobierno populista. “Primero los pobres”, pregonan falsamente, cuando en realidad sólo pretenden utilizarlos como carne de cañón para satisfacer ambiciones personales.
Si en realidad se interesaran en atender las necesidades de las comunidades marginadas, no destinarían grandes montos del erario en dádivas que sólo empobrecen más sus habitantes; por el contrario: aplicarían los dineros públicos en programas productivos y en infraestructura que genere desarrollo.
En nuestro partido, el Revolucionario Institucional, estamos convencidos de que el progreso de un pueblo no se fundamenta en el paternalismo; por el contrario, desde el gobierno se deben impulsar acciones que alienten la inversión para generar empleos y crear las condiciones óptimas para detonar el desarrollo regional, pues la economía de un municipio, de un estado o de nuestro país no puede basarse exclusivamente en los programas de gobierno ni en la explotación intensiva de los recursos no renovables.
Sabemos que para que los campesinos progresen es fundamental recuperar la productividad del campo, diversificar los cultivos y fomentar la agroindustria. Para que las familias tengan los satisfactores que necesitan es indispensable crear fuentes de empleo remunerado y permanente. Para que los jóvenes tengan un mejor futuro es menester darles la oportunidad de estudiar, sembrar en ellos la ambición de ser alguien en la vida y no simples ciudadanos con aspiraciones de tener una familia a temprana edad y, de ser posible, seguir dependiendo económicamente de sus padres.
Nuestros problemas ancestrales sólo podrán resolverse si cambiamos de una política paternalista a una verdadera política social, aplicando el viejo proverbio chino de enseñar a pescar al pobre para que pueda valerse por sí mismo y garantizar que lleve todos los días el sustento a su familia.
Por supuesto que es importante aplicar programas de asistencia social que resuelvan de inmediato las necesidades urgentes de los grupos vulnerables, pero esa es sólo la mitad de la tarea de quienes desde el gobierno tienen la obligación de emprender acciones para sacarlos de la marginación en que se encuentran.
La otra parte tiene que ver con otros factores como la educación, el empleo, la infraestructura social, la seguridad pública, etcétera, pero sobre todo con una herencia cultural que, aunque duele reconocerlo, es una realidad insoslayable que debemos combatir: la falta de ganas de trabajar.

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