martes, 13 de diciembre de 2011

Cochinero electoral


Michoacán nos deja muchas enseñanzas por sus enormes secuelas. Inclusive ya puede verse como un ensayo de un tormentoso 2012, como nos lo ha hecho notar el flamante presidente del PRI, Pedro Joaquín Coldwell.

A partir del resultado, una adversidad a contrapelo de las encuestadoras utilizadas por el PAN-gobierno como agencias de publicidad de la candidata oficial, los demonios se soltaron.
Panistas y perredistas se inconformaron con la victoria priista, se filtró una grabación telefónica de dudosa identidad y a partir de ahí se da por válida la injerencia del crimen en las elecciones.
Para Felipe Calderón son pruebas contundentes y fehacientes y agrega la renuncia de media centena de aspirantes alcaldes presuntamente amenazados por el crimen organizado.
Capitaliza: el gran perjudicado es el PAN, “y no porque mi hermana” Luisa María Calderón haya sido candidata derrotada por el priista Fausto Vallejo, a quien por cierto el presidente le ha hecho el vacío.
De esa animosidad surge el primer escenario: el PRI fue el beneficiario y por ende el PRI está ligado al narcotráfico y el narco quiere llevar al PRI a la Presidencia de la República.

PERSECUCIÓN
EN CAMPAÑA
Gustavo Madero, peón de espadas de Felipe Calderón, acudió a la PGR a presentar denuncias con esos supuestos.
Aquí está un segundo elemento: las averiguaciones, no lo dude, se desahogarán en plena campaña presidencial de 2012 y ¿contra quién irán? ¡Contra el PRI y los priistas narcotraficantes!
Por fin la cúpula tricolor ya tomó conciencia de la estrategia y se empieza a enfrentarla. Primero salió Enrique Peña Nieto a expresar su preocupación por la descalificación del resultado de Michoacán, antesala del intento de anulación de las votaciones.
Luego, en su toma de posesión, el nuevo dirigente Pedro Joaquín Coldwell no dejó espacio a la interpretación.
El narcotráfico, dijo, se utiliza “como arma para minar la confianza en las autoridades electorales, socavar el proceso y agredir a partidos y candidatos”.
“Todo se vale con el objeto de descalifica al adversario si esto sirve para ganar elecciones… no les importa que el costo lo pague la sociedad”.
El narco seguirá como argumento del gobierno y su partido, pero en Michoacán se dieron más sucesos convenencieramente ignorados.

CANDIDATURAS EN VENTA
Lo cuentan actores: Cuando se acercaban las votaciones del 13 de noviembre, un ejército de emisarios recorrió Michoacán. Unos llevaban beneficios como premio al voto.
Desde despensas hasta materiales de construcción, desde incorporación a Oportunidades hasta tarjetas de largo apoyo en el gobierno de Luisa María Calderón Hinojosa.
Eran burócratas vestidos de activistas panistas. Muy ingeniosos, créame. Acudían con candidatos, dirigentes o cuadros regionales de oposición —preferentemente priistas— para tentarlos de mil maneras.
Si trabajaban para Cocoa, les decían, serían recompensados con dinero, apoyos gubernamentales, créditos y hasta posiciones políticas administrativas.
Y si declinaban, decían a los candidatos a diputados locales, ediles o regidores, recibirían sumas de dinero significativas.
Abanderados a legisladores hubo a quienes les prometieron hasta dos millones de pesos. ¿Por retirarse de la contienda?
No: bastaría con dejar de hacer campaña y de esa forma facilitar la derrota del PRI —y algunos del PRD— y en consecuencia dar paso a la victoria del PAN.
Esa fue práctica común sobre todo en Tierra Caliente.
¿Recibieron el dinero? No puede demostrarse desde aquí, pero hay un dato para la sospecha: varios de ellos perdieron… ¡y ganaron los panistas!

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