Con eso de que andan más apurados en sus aspiraciones personales o en ver a qué barco se suben, los diputados locales se olvidaron de sus responsabilidades y sin más se ausentan en medio de una sesión del pleno.
Y no se van, así de prisa, porque corran a sus municipios a atender algún asunto de lo que queda de la contingencia de este año. ¡Para nada!
Si de por sí estando en el pleno se la pasan pegados a sus celulares, a sus blackberry, a sus laptop, todavía hay que estar viéndolos cómo se ausentan del trabajo por el que les pagan los tabasqueños.
Para disponer de más tiempo, a alguien se le ocurrió hacer doble sesión del pleno una vez a la semana —los miércoles— en lugar de las que se realizaban martes y jueves.
Esto, en lugar de aumentar la productividad legislativa empeoró las cosas. Los diputados que asisten a la primera sesión ya no se quedan a la otra.
Y los demás días de la semana, imposible encontrarlos en sus curules o haciendo trabajo en comisiones.
Hay que aclarar que son muy honrosas excepciones los casos de diputados que sí trabajan, que sí se preocupan por legislar o proponer cambios que mejoren las cosas en Tabasco.
Uno de esos casos raros es el diputado priista Fernando Valenzuela Pernas, a quien se le ocurrió llevar a tribuna en una segunda sesión el tema de la creación de una comisión especial para atender los rubros de reconstrucción y reactivación económica posterior a contingencias que ocurran en el estado.
Y sucedió que cuando Valenzuela levantó la vista para ver quiénes apoyaban su propuesta, se dio cuenta que de que casi estaba solo en el salón de plenos.
Hasta Brígida ya se había ido.
El legislador cardenense está angustiado, ya no tanto por la referida comisión especial, sino por ese esquema de trabajo absurdo del Congreso local.
“Me preocupa seriamente si vamos a seguir en la Cámara de Diputados en esa dinámica de tener dos sesiones el mismo día y no va a haber la responsabilidad de estar presente en la segunda sesión”, se quejó Valenzuela.
Lanzó un reto a los demás legisladores de todos los partidos (porque doña ausencia no tiene colores): “O asumimos la disciplina que nos exige estar presentes en las dos sesiones o nos regresamos al esquema que teníamos de martes y jueves”.
Tiene razón, no es un asunto menor, sobre todo cuando —como le ocurrió— se pretenden abordar en ese lugar que representa la soberanía de Tabasco, temas que requieren el mayor interés de los legisladores, como esa comisión especial para que cuando vengan las inundaciones se disponga de recursos presupuestales para hacer frente a los daños.
Pero nadie le hizo caso. Lo peor es que —lo reconoce Valenzuela, que ostenta grado de Doctor en Derecho— “no hay forma” legal de exigir la sanción a los ausentes, y no le queda otra que sugerir “la sanción pública”, que puede ser más severa, pues se exhibiría ante la opinión pública a diputados faltistas e irresponsables.
Todo esto que parece un asunto anecdótico es, sin embargo, muy grave, pues el Congreso local está convertido en un costosísimo elefante blanco. Tal vez el menos preocupado en cuidar que los diputados hagan su trabajo, en que el Legislativo cumpla sus responsabilidades constitucionales y esté a la altura de los retos históricos, es quien dirige la Junta de Coordinación Política.
Y es que el diputado José Carlos Ocaña tiene otras ocupaciones: anda apurado porque le están comiendo el mandado en la nominación de la candidatura priista a la alcaldía de Centro.
¿Quién habrá de discutir o plantear una revisión del Plan Hídrico Estatal de Tabasco? ¿Quién habrá de informar cómo va el asunto de la propuesta de reforma eléctrica integral? ¿Cómo va la reforma a la Ley de Adquisiciones o la del ISSET?
Habrá que esperar, tal vez, hasta la otra legislatura, porque los integrantes de la sexagésima ni legislan, ni nada de nada.
Si de por sí estando en el pleno se la pasan pegados a sus celulares, a sus blackberry, a sus laptop, todavía hay que estar viéndolos cómo se ausentan del trabajo por el que les pagan los tabasqueños.
Para disponer de más tiempo, a alguien se le ocurrió hacer doble sesión del pleno una vez a la semana —los miércoles— en lugar de las que se realizaban martes y jueves.
Esto, en lugar de aumentar la productividad legislativa empeoró las cosas. Los diputados que asisten a la primera sesión ya no se quedan a la otra.
Y los demás días de la semana, imposible encontrarlos en sus curules o haciendo trabajo en comisiones.
Hay que aclarar que son muy honrosas excepciones los casos de diputados que sí trabajan, que sí se preocupan por legislar o proponer cambios que mejoren las cosas en Tabasco.
Uno de esos casos raros es el diputado priista Fernando Valenzuela Pernas, a quien se le ocurrió llevar a tribuna en una segunda sesión el tema de la creación de una comisión especial para atender los rubros de reconstrucción y reactivación económica posterior a contingencias que ocurran en el estado.
Y sucedió que cuando Valenzuela levantó la vista para ver quiénes apoyaban su propuesta, se dio cuenta que de que casi estaba solo en el salón de plenos.
Hasta Brígida ya se había ido.
El legislador cardenense está angustiado, ya no tanto por la referida comisión especial, sino por ese esquema de trabajo absurdo del Congreso local.
“Me preocupa seriamente si vamos a seguir en la Cámara de Diputados en esa dinámica de tener dos sesiones el mismo día y no va a haber la responsabilidad de estar presente en la segunda sesión”, se quejó Valenzuela.
Lanzó un reto a los demás legisladores de todos los partidos (porque doña ausencia no tiene colores): “O asumimos la disciplina que nos exige estar presentes en las dos sesiones o nos regresamos al esquema que teníamos de martes y jueves”.
Tiene razón, no es un asunto menor, sobre todo cuando —como le ocurrió— se pretenden abordar en ese lugar que representa la soberanía de Tabasco, temas que requieren el mayor interés de los legisladores, como esa comisión especial para que cuando vengan las inundaciones se disponga de recursos presupuestales para hacer frente a los daños.
Pero nadie le hizo caso. Lo peor es que —lo reconoce Valenzuela, que ostenta grado de Doctor en Derecho— “no hay forma” legal de exigir la sanción a los ausentes, y no le queda otra que sugerir “la sanción pública”, que puede ser más severa, pues se exhibiría ante la opinión pública a diputados faltistas e irresponsables.
Todo esto que parece un asunto anecdótico es, sin embargo, muy grave, pues el Congreso local está convertido en un costosísimo elefante blanco. Tal vez el menos preocupado en cuidar que los diputados hagan su trabajo, en que el Legislativo cumpla sus responsabilidades constitucionales y esté a la altura de los retos históricos, es quien dirige la Junta de Coordinación Política.
Y es que el diputado José Carlos Ocaña tiene otras ocupaciones: anda apurado porque le están comiendo el mandado en la nominación de la candidatura priista a la alcaldía de Centro.
¿Quién habrá de discutir o plantear una revisión del Plan Hídrico Estatal de Tabasco? ¿Quién habrá de informar cómo va el asunto de la propuesta de reforma eléctrica integral? ¿Cómo va la reforma a la Ley de Adquisiciones o la del ISSET?
Habrá que esperar, tal vez, hasta la otra legislatura, porque los integrantes de la sexagésima ni legislan, ni nada de nada.
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