jueves, 3 de noviembre de 2011

La cultura del ¡aguas!


Más allá de que la presente contingencia haya dejado 310 mil damnificados, de los que el gobierno federal sólo reconoce 141 mil —¿dónde habrá metidos los otros 70 mil?— en 16 de los 17 municipios, a los que hay que llevar, por lo menos, comida y asistencia médica, los tabasqueños deben empezar a partir de ya a reflexionar qué van a hacer con tanta agua.

No puede ser que el vital elemento que en la entidad lo tenemos en abundancia, siga siendo un factor de perjuicio, de inseguridad y de zozobra, cuando los políticos nos venden la idea que debemos de hacer de este recurso un aliado de Tabasco.
De ninguna manera debemos acostumbrarnos, sobre todo quienes ahora tienen sus casas y todo su patrimonio anegado, a que cada año vamos a irnos al agua y a perder todo.
Hoy, a más de tres años de implementado y en el marco de la quinta inundación catastrófica recurrente, se está generando un debate interesante en torno a los alcances, deficiencias y viabilidad del llamado Plan Hídrico Integral de Tabasco (PHIT).
Hace cuatro semanas apuntamos aquí que todo indicaba que el propósito del PHIT fue, ha sido y será salvar a Villahermosa. Los alcances de las afectaciones por el desbordamiento de ríos este año, al día de hoy, parecen confirmarlo.
La capital tabasqueña la ha librado. No puede decirse lo mismo del resto de los municipios que, con excepción de Tacotalpa, tienen ya su declaratoria oficial de zonas de desastre.
¿Dónde está, entonces, el carácter ‘integral’ del referido plan cuyo alcance, se supone, es estatal? ¿Dónde quedaron las acciones con visión de largo plazo para prevenir desastres en el futuro?
¿Nos quedamos sólo con la inacabada estructura de control de El Macayo que desvió agua en exceso del Carrizal al Samaria y tiene inundada toda la Chontalpa, y las escotaduras del Grijalva, que convirtieron en la laguna más grande del estado a los Aztlanes?
¿Acaso el PHIT se reduce a los muros de arcilla, las bardas de los malecones de Villahermosa y las costaleras para tapar ventanas de última hora? ¿Qué hay de la reforestación, del dragado de los ríos y la reubicación de miles de familia en zonas condenadas a estar permanentemente anegadas?
Hace unos días, un tabasqueño que ha hecho carrera en los Países Bajos en materia de manejo del agua —lo que quiere decir que el líquido no dañe cuando se tiene en exces
o, ni falte en tiempo de estiaje—, David Gustavo Rodríguez Rosario, quien representa en México la Plataforma Holandesa del Agua, cuestionó la efectividad del Plan Hídrico.
“Se han hecho algunas obras enfocadas a contención, sobre todo diques que han funcionado para la ciudad de Villahermosa, pero que no es integral en cuanto a que no protege otras zonas del estado, principalmente el campo, y sobre todo, no es integral porque no utiliza el agua para promover desarrollo”, planteó.
Recomendó cambiar eso; dijo que si bien el plan debe seguirse enfocando en proteger a la gente, su integridad física y su patrimonio, y la parte de servicios de la economía radicada en Villahermosa, debe revisarse y retomarse lo que de la experiencia de Holanda pueda adaptarse a nuestro entorno.
Esto es —señaló—, no sólo enfocarse en construir diques para contener el agua, sino pensar en el diseño de canales para aprovechar el agua, distribuirla y crear corredores agrícolas y hasta turísticos para pasear por la zona lagunar de los Aztlanes.
Esta visión de generar una auténtica cultura del agua expresada por David Gustavo Rodríguez, choca con la idea de salvar ciudades y que al medio rural se lo lleve el carajo, que se percibe en las palabras del director general de Conagua, José Luis Luege Tamargo.
Al referirse al nuevo desastre tabasqueño, el funcionario federal planteó establecer cabeceras municipales protegidas, bien desarrolladas y modernas, mientras que el trabajo agropecuario “necesariamente tiene que hacerse de forma temporal”.
Indicó Luege Tamargo que “los desarrollos que están en las ‘zonas de inundación’ deben ser otro tipo de construcción, no desarrollos urbanos crecientes, sino más bien estacionales; por ejemplo, los ranchos, los grandes pastizales, los centros ganaderos tienen que moverse de acuerdo a esa temporalidad de las lluvias”.
El titular de la Conagua quiere condenar al estado a una agricultura de temporal, y cancela la posibilidad de establecer zonas de riego. Por lo que hace a la ganadería sugiere, por ejemplo, que los productores pecuarios de la zona de Los Ríos busquen agua —a ver dónde la encuentran— en época de estiaje, y que para la temporada de lluvias se desplacen con su ganado a donde encuentren tierra firme.
Por lo visto, este funcionario del régimen calderonista no tiene idea de lo que es esta tierra, su vocación agrícola y ganadera y, peor aún, qué hacer con el agua. ¡Aguas!

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