Los futurólogos hacen pronósticos sobre julio de 2012 pero en la era de la información y las redes sociales en un instante las cosas pueden cambiar. El desarrollo de las actividades electorales arrojará en sí mismo una aproximación a los perfiles de cada candidato, se confrontarán propuestas y el día de la elección quien tenga mejor estructura obtendrá el triunfo.
En el PAN, Ernesto Cordero, Santiago Creel y Josefina Vázquez Mota disputan la candidatura. Con independencia de que cada elección es más compleja que la que le antecede, en esta ocasión el PAN está inmerso en un proceso de asimilación de las prácticas de ejercer el poder, los accidentes de dos secretarios de Gobernación, el combate al crimen organizado y adversarios políticos inescrupulosos que en los últimos diez años con singular mezquindad han sido un obstáculo deliberado para generar los cambios que requiere México.
El mexicano es un pueblo que no asocia el resultado al esfuerzo que implica el proceso; es decir, aspira a tener seguridad y mejores condiciones económicas, pero en lo individual no se asume como protagonista social para lograrlo. En 2006 la petición principal era la “seguridad”, pero ha sido resistente al aceptar el costo social para lograrlo. Influye la acreditada mezquindad de los gobiernos estatales que no asumen compromisos “reales” de depuración de las corporaciones preventivas y de procuración de justicia; y poderes judiciales estatales donde prevalece el influyentismo o de plano presidentes de Tribunales Superiores de Justicia que son litigantes por interpósita persona.
La inmolación en el discurso de la clases política opositora al PAN nunca nos dejará de sorprender, porque la esencia es la crítica a ultranza y poco importa el que edifique el constructivo y muchos menos interesa la congruencia. El primer pacto que queremos muchos ciudadanos es un NO A LA CORRUPCIÓN.
No hay crisis de partidos políticos sino de condición humana. El oficio político es fácilmente sustituido por el de cortesano, se dice defender al pueblo pero violenta su futuro. Se ama a la patria o la matria, pero no se duda en el negocio fácil a costa del erario.
Se es desmedidamente generoso y potencial empresario con el presupuesto público, pero no así con el patrimonio propio. El pueblo agradece lo que es una responsabilidad que tiene que cumplir; estamos degradados porque ya no se pide que trabajen, sino que se agradece y aplaude lo poco se hace.
El PAN tiene una lucha política electoral, pero principalmente una contienda “cultural” de usos y costumbres. Claro que el PAN ha tenido errores al gobernar, pero por mucho no llega a ese mausoleo de la perversidad humana y política de los gobiernos priistas, que nos hipotecaron durante generaciones enteras con una deuda pública iniciada en los setenta (entre broma y verdad se le dice “deuda eterna”). El PRI hace de sus promesas una deuda.
El crimen organizado es un fenómeno que ha evolucionado desde los últimos cincuenta años, así que dividamos responsabilidades a proporción y con realismo valoremos y sentenciemos. Veremos en esta “obligada valoración” cómo algunos personajes se “victimizarán” en nombre de la sociedad, de los muertos, de la justicia, de país y de cuanto se les ocurra para endulzar el oído y la voluntad del votante.
El mexicano es un pueblo que no asocia el resultado al esfuerzo que implica el proceso; es decir, aspira a tener seguridad y mejores condiciones económicas, pero en lo individual no se asume como protagonista social para lograrlo. En 2006 la petición principal era la “seguridad”, pero ha sido resistente al aceptar el costo social para lograrlo. Influye la acreditada mezquindad de los gobiernos estatales que no asumen compromisos “reales” de depuración de las corporaciones preventivas y de procuración de justicia; y poderes judiciales estatales donde prevalece el influyentismo o de plano presidentes de Tribunales Superiores de Justicia que son litigantes por interpósita persona.
La inmolación en el discurso de la clases política opositora al PAN nunca nos dejará de sorprender, porque la esencia es la crítica a ultranza y poco importa el que edifique el constructivo y muchos menos interesa la congruencia. El primer pacto que queremos muchos ciudadanos es un NO A LA CORRUPCIÓN.
No hay crisis de partidos políticos sino de condición humana. El oficio político es fácilmente sustituido por el de cortesano, se dice defender al pueblo pero violenta su futuro. Se ama a la patria o la matria, pero no se duda en el negocio fácil a costa del erario.
Se es desmedidamente generoso y potencial empresario con el presupuesto público, pero no así con el patrimonio propio. El pueblo agradece lo que es una responsabilidad que tiene que cumplir; estamos degradados porque ya no se pide que trabajen, sino que se agradece y aplaude lo poco se hace.
El PAN tiene una lucha política electoral, pero principalmente una contienda “cultural” de usos y costumbres. Claro que el PAN ha tenido errores al gobernar, pero por mucho no llega a ese mausoleo de la perversidad humana y política de los gobiernos priistas, que nos hipotecaron durante generaciones enteras con una deuda pública iniciada en los setenta (entre broma y verdad se le dice “deuda eterna”). El PRI hace de sus promesas una deuda.
El crimen organizado es un fenómeno que ha evolucionado desde los últimos cincuenta años, así que dividamos responsabilidades a proporción y con realismo valoremos y sentenciemos. Veremos en esta “obligada valoración” cómo algunos personajes se “victimizarán” en nombre de la sociedad, de los muertos, de la justicia, de país y de cuanto se les ocurra para endulzar el oído y la voluntad del votante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario