La escenografía de estudio de televisión dejó a la senadora Rosalinda López Hernández en medio de dos fuegos: por delante a su hermano Adán Augusto y Oscar Cantón Zetina, en tanto que en la retaguardia a Arturo Núñez Jiménez.
Mientras a los primeros veía a unos metros del pódium donde, el viernes 14, dio lectura a su informe de actividades legislativas, al segundo frente de batalla le dejó toda la libertad para analizar el abigarrado y heterogéneo en colores, olores y estratos sociales que resultó el encuentro del Salón Villahermosa del Parque “Tomás Garrido Canabal”.
En esta misma situación se encontró el empresario David Gustavo Gutiérrez Ruiz, quien sentado en la primera fila de la columna de la izquierda ya comentaba con su esposa Lucía León Estrada pormenores del acto; respondía al timbre de su celular, checaba su reloj de pulsera o ya entrelazaba sus manos para tronarse los dedos ante la escrutadora mirada de su amiga Ifigenia Martínez, quien ocupaba un lugar entre los amplios sillones que integraron la decoración del evento.
No era el caso de Jorge Alberto Cámara Núñez. Desde que el conductor del acto Marco Rosendo Medina Filigrana lo presentó como representante del alcalde Jesús Alí de la Torre, el primer síndico de Hacienda del ayuntamiento de Centro se convirtió en un manojo de nervios. Así se pasó todo el tiempo atendiendo a su BlackBerry. Y salió en estampida del remodelado salón de fiestas.
En cambio, los adversarios políticos de la anfitriona hicieron de su arribo y posterior retirada el momento para disputarse el saludo de los circundantes fueran militantes del PRD, PRI, PAN, PT o PVEM, o simples ciudadanos como el rector de la Universidad Olmeca, Lácides García Detjen.
O viejos conocidos como Eduardo Estañol Vidal y Julio César Cabrales, que no fueron presentados al público como por cortesía se hizo con José Eduardo Beltrán Hernández, Agustín Díaz Lastra, Nicolás Mollinedo o con los hermanos Onofre y José Luis Hernández Córdova que, se dijo, llevaron la representación del SITET.
La pasarela política estaba dispuesta. Y no fue desaprovechada por los contrincantes de la senadora López Hernández, ahora como invitados especiales al escenario que reunió una variopinta comunidad de legisladores del Congreso de la Unión.
Actores, no merolicos
Acostumbrados a las manifestaciones callejeras y a los mítines a pleno sol o lluvia, al tiempo que disfrutaban del clima artificial del inmueble, los militantes del PRD fueron los primeros sorprendidos con la escenografía principal del evento en la cual la fotografía de la senadora Rosalinda parecía disputar la atención con los confortables muebles del escenario.
En realidad, ornamentos y sillones rompían con el estilo tradicional de los actos políticos. Al frente del auditorio, todo parecía un estudio de televisión. El espacio destinado para los reality show.
Pero todo el escenario se justificó cuando apareció Jaime Avilés como actor protagonista de la obra de teatro “La Violetita”. Antes de su puesta, el periodista de La Jornada pidió la colaboración del público para que a una señal de la conductora del guión, emularán el sonido del tren: zipizape-zipizape-zipizape…al final pocos se solidarizaron con la comedia cuyo guión ironizó las actividades de los gobiernos federal y estatal.
La apatía ciudadana confirmó lo dispar de la concurrencia a pesar de conformar un muégano humano a un costado de la Laguna de Las Ilusiones. Así quedó claro cuando en pleno desarrollo de la pieza histriónica, se hizo un barullo a la entrada del pasillo al entarimado. Ante tal distracción, sin saber lo que ocurría, Avilés, más que molesto, enfurecido, explotó:
—¡Un momento! ¡Así no se puede trabajar! —intentó corregir al auditorio. Al frente de las actrices, suspendió la muestra escénica no sin satirizar a los presentes: “¡Esto es teatro! ¡No somos merolicos!...”.
Fue un llamado a misa. Después de la algarabía por el arribo de la senadora Rosalinda, la vanguardia del auditorio celebró la reanudación de la obra pero la retaguardia empezó a exigir la intervención de la anfitriona.
Y así se hizo a las 11: 58 horas.
Esperanza en rojo
Después de leer la larga lista de invitados y la pléyade de legisladores federales que acudieron al evento denominado “Llegó el momento…”, el egresado de la Sorbona de París, cedió los micrófonos a la convocante del amplio y disímbolo auditorio reunido en lo que fue el Salón Central del Parque “Tomás Garrido Canabal”.
Enfundada en un vestido en rojo que ajustaba a la cintura con un cinturón del mismo color, la senadora Rosalinda se levantó del sofá que compartía apretujada con una decena de legisladores, entre ellas Ifigenia Martínez, y encaminó sus pasos al atril. Así empezó la lectura de 14 cuartillas que concluyó a las 12: 36 horas.
A unos metros del pódium se encontraba su hermano Adán Augusto. Y a la derecha de éste, Oscar Cantón Zetina. Ambos aspirantes a la candidatura del PRD a la elección de gobernador de 2012 como el senador Arturo Núñez Jiménez, quien ocupaba un lugar al fondo del estrado. Debajo de la fotografía de la anfitriona.
El aplauso de la concurrencia interrumpió en nueve ocasiones la intervención de la senadora Rosalinda. Una de las ovaciones apareció cuando mencionó el nombre de Andrés Manuel López Obrador, a quien durante toda su alocución volvería a identificar una vez más.
La senadora Rosalinda abrió su informe con un diagnóstico del país:
“El grave problema de violencia e inseguridad que enfrenta nuestro país, así como la corrupción, la desigualdad, los altos niveles de pobreza, la deshumanización y la desconcentración del poder y la riqueza, seguirán presentes si no emprendemos un profundo cambio político, económico, social y cultural y, sobre todo, moral y ético.
“Con el objeto de transitar en esa dirección, quienes tenemos un cargo de representación popular debemos iniciar por cumplir la palabra empeñada porque he aprendido que el hombre es su palabra y la mujer también”.
Y entre el cúmulo de estadísticas acumuladas durante cinco años de actividad en el Senado de la República, entreveró aclaraciones de familia:
“Y aquí aprovecho para dejar muy claro que somos una familia unida, y que no hay ni habrá conflicto alguno entre nosotros (en particular con su hermano Adán Augusto) por el hecho de que hayamos coincidido en nuestras aspiraciones…”.
Y tras asumirse como parte de una generación “que cree que es posible renovar el ejercicio del poder político para ponerlo al servicio de la gente”, la senadora Rosalinda intentó cumplir con la expectativa del auditorio:
“Como cualquier persona pública tengo aspiraciones, pero hoy deseo tener la satisfacción de haberlas cumplido a los tabasqueños, de ser un buen ejemplo que arrastre cambios, que anime la participación y que contribuya a reducir el descrédito que existe en la política y en los políticos…”
Núñez Jiménez sorbía refresco de cola, en tanto que Oscar y Adán Augusto bebían agua embotellada cuando el senador Tomás Torres Mercado cerraba el evento que tuvo como fondo musical una de las inspiraciones de Silvio Rodríguez: “…No lo van a impedir…”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario