martes, 13 de septiembre de 2011

Tres siglos sumidos en la ‘inmérita oscuridad’


En sus “Memorias” reproducidas por Diógenes López Reyes, el diputado Eduardo de Cárdenas y Romero inicia adelantando que la provincia de Tabasco “(está) sumida, hay obra de tres siglos, en una inmérita obscuridad”.
Después de ubicar la posición geográfica de la provincia tabasqueña, de describir la “feracidad de su terreno regado por bellos ríos”, de sus abundantes especies vegetales y animales, describe el contraste social de sus “60 mil habitantes”, cifra que los investigadores consideran abultada para justificar la representatividad:
“Muy mal se compadece, Señor, entre buenos católicos, el ver a muchos hermanos nuestros desnudos o envueltos en la miseria, y muchas casas de particulares vestidas por fuera de mármoles, y por dentro de ricos tapices y pinturas, y costosamente amuebladas. En el día más que nunca debe chocar a un buen patriota esta repugnancia entre usos y entre máximas, entre pulidos y peinados petimetres, y entre hambrientos y andrajosos soldados”, comunicó Cárdenas y Romero.
En el libro “Presencia de Tabasco ante las Cortes de Cádiz, vida y obra del doctor José Eduardo de Cárdenas y Romero”, Marco Antonio Pérez de los Reyes resume que el diputado tabasqueño nació en Cunduacán el 13 de octubre de 1765; sus primeros estudios los realizó en casa de sus tíos, el gobernador Juan de Amestoy y su esposa Francisca Cárdenas. Continuó su preparación en el seminario Tridentino de Mérida, Yucatán.
En 1787, tras una breve estancia en Tabasco, se trasladó a la capital de Nueva España, donde ingresó en la Real y Pontificia Universidad. En ese mismo año obtuvo el grado de bachiller y se desempeñó como catedrático de lógica y metafísica en el Colegio de San Juan de Letrán. Llevó, además, cursos de historia eclesiástica y derecho canónico.
Fue vicerrector del colegio de San Juan de Letrán. Sus apuntes de las cátedras de aritmética, álgebra, geometría, lógica, metafísica, ética y física newtoniana, que impartía en dicho colegio, se mandaron imprimir. A partir de 1797 dictó la cátedra de sagrada teología, durante más de dos años.
En 1790, obtuvo el primer lugar en el certamen de elocuencia y poesía de la Real y Pontificia Universidad, convocado con motivo de la exaltación al trono de Carlos IV, con su Romance en endecasílabo.
En junio de 1794, se ordenó presbítero y en 1797, retornó a Tabasco con el cargo de teniente vicario in capite, juez eclesiástico, coadjutor y vicario foráneo de Cunduacán. Tuvo el honor de ser nombrado por el obispo Pedro Agustín Estébez y Ugarte, su teólogo de cámara y examinador sinodal del obispado. Este mismo personaje lo incitó a viajar a la Nueva Guatemala, donde obtuvo el título de licenciado y doctor en sagrada teología, en 1805.
En 1806 fue nombrado cura de Cunduacán, vicario in capite y juez eclesiástico de la provincia. En este contexto, se vio involucrado en la denuncia contra uno de los últimos procesados por el Tribunal del Santo Oficio.

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