martes, 20 de septiembre de 2011

Bajo jueces externos


Un escalofrío recorre a los gobiernos estatales: la sospecha de las calificadoras. Es un drama general, merecido para unos, casual para otros. La historia es relativamente reciente y con actores específicos.

La voz de alarma la lanzó el pasado secretario de Hacienda y Crédito Público, Ernesto Cordero, cuando con afanes presidenciales descalificó la administración de Humberto Moreira en Coahuila.
De inmediato rebajaron la calificación para el gobierno y en consecuencia al estado le resultará más difícil obtener recursos y, en caso de lograrlos, pagará intereses muy elevados.
El delfín de Felipe Calderón se declaró escandalizado por los 33 mil millones de pesos de deuda en los cuales hay muchos culpables: la administración estatal, el Congreso —incluidos los panistas, dóciles en la aprobación de empréstitos— y Hacienda por avalar la entrega de recursos.
Una sociedad de bancos se declaró alarmada y comenzó a negociar salidas, con las participaciones federales como garantes, mientras las calificadoras abrieron más los ojos y ampliaron el rigor de vigilancia de todas las entidades federales.
La alarma es general.

GRACIA PARA PANISTAS
En el mundo hay más de 74 empresas registradas como calificadoras de riesgo.
En México tenemos preferencia por tres de ellas: las estadunidenses Standard & Poor’s y Moody’s Investors Service y la inglesa Fitch Ratings. El mundo entero les da credibilidad.
Un día Standard & Poor’s se avienta la puntada de considerar sobreendeudado a Estados Unidos y al siguiente desploma las bolsas.
Los mexicanos, dóciles a la voz extranjera, buscamos el reporte de esas firmas para declarar la buena administración y presumir honestidad, aunque no sea el punto para el cual trabajan los contratados a altos precios.
Esa buena relación parece estar en riesgo.
Ahora todas esas compañías revisan todas las costuras de los ejercicios estatales para saber cuál es su situación.
Los gobiernos han dejado de ser amigos y si quieren carta de buen comportamiento deberán pagar costos más elevados.
Ah, y los bancos requerirán esos avales para poder conceder nuevos préstamos.
Dígalo si no el gobernador de Aguascalientes, Carlos Lozano, quien llegó al cargo con la noticia descalificadora y el cierre de las ventanillas crediticias.
El caso se dejó correr en el gobierno federal, acaso porque el autor de esa mala herencia era Luis Armando Reynoso, panista y correligionario de Ernesto Cordero.
Como Humberto Moreira es priísta y representa la odiosa marca adversaria (PRI), hoy la persecución política es contra el coahuilense. Buena política la nuestra, ¿verdad?

EL VOTO TELEVISIVO
La apuesta de Felipe Calderón por Ernesto Cordero está en las televisoras.
El pasado puede ser futuro y aquí le va:
En 2005 Televisa y TV Azteca tenían dos candidatos preferidos, el priista Arturo Montiel y el perredista Andrés López.
Había convenios, dinero a raudales y encuestas a su favor.
En su momento desde Los Pinos presionaron a los medios y los momios del duopolio cambiaron: Calderón pasó a ser el preferido, el de las buenas notas, la estrella de las demoscopias aunque la contienda pintara muy competida.
Para su fortuna, Montiel había perdido en su confrontación con Roberto Madrazo y López era Un peligro para México.
¿A dónde voy? A decirle lo sabido pero poco reflexionado: Televisa y TV Azteca juegan con sus propios candidatos, pero al final trabajan para el presidente.
Hoy el presidente es Calderón y su delfín es Cordero. O sea, la ruta está trazada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario