En la primavera de 1984, Andrés Henestrosa y Jesús Ezequiel de Dios se encontraron en el embarcadero del barco “Capitán Beuló”. El 16 de abril de ese año había muerto Andrés Iduarte y la escritora Julieta Campos encabezaba la ceremonia luctuosa con la cual las cenizas del autor de “Un niño en la Revolución” serían esparcidas en el Grijalva.
La mañana estaba encendida pero la brisa refrescaba el ambiente. Cuando las ofrendas florales iban río arriba, el notario público número uno de Tabasco y el escritor de origen oaxaqueño, encaminaron sus pasos al centro de Villahermosa.
Cruzaron el malecón “Carlos A. Madrazo”. Entraban por la calle Lerdo de Tejada al actual Centro Histórico de Villahermosa, cuando el visitante preguntó sobre el casino “La Vega de la Portilla”.
—Ya desapareció —respondió el anfitrión.
—Entonces ¿a dónde vamos, Cheque? —quiso saber el hombre de guayabera y pelo blanco en tono amistoso que no dejaba de observar a su alrededor y a las alturas, sobre los edificios de la zona.
Al cruzar la avenida Madero, el tabasqueño sugirió a su compañero ir al Café Casino. “Es el nuevo centro de reunión de la clase política…”, decía e invitaba: “Ahí nos echamos un café…”.
—¿Café? —cortó la conversación el invitado. “¡Sí, un café!”, insistió con franqueza la voz de trueno del también escritor.
La respuesta no demoró: “¿Café? ¡Ni que estuviera viejo!”.
Un par de sonoras carcajadas estallaron en la rutina de la muchedumbre que deambulaba —igual que ahora— como zombis en la zona remodelada.
Antes de las 10:00 horas, los dos amigos ocupaban una mesa en el interior del Café Casino. Degustaban un par de cervezas “Superior” en medio de la curiosidad del periodista don Jorge Calles Broca, empresarios, banqueros y ganaderos, a quienes no habían saludado ni con un gesto o ademán personal.
—Como puedes ver, Andrés, está es la clase política de Tabasco. Aquí se reúne a chismear y hacer negocios a veces no tan legales. Aquí puedes comprar desde una vaca hasta una mujer. El propietario es Loncho Zurita. Ahí está detrás del mostrador… en la foto de la pared con el presidente José López Portillo…
La ilustración de Jesús Ezequiel de Dios fue atendida con interés por el escritor oaxaqueño. Y salvo porque el Café Casino desapareció como otros centros de reunión de la clase política de a mediados del siglo pasado, la característica de ese núcleo de la sociedad local no ha cambiado, aunque ahora sus encuentros los lleve a cabo en lugares de mayor confort, alejados del centro de la ciudad y con aspirantes sin pedigrí a integrarse a ella.
Los Morales
En una plática informal con este reportero, el diputado Alfonso Rolando Izquierdo Bustamante se ufanó de ser el primero que trasladó al Sanborns de la Plaza Olmeca las reuniones de la clase política tras la desaparición del Café Casino.
A fines del siglo pasado, la incursión de los restaurantes con clima artificial que se levantaron por la periferia de la capital —incluyendo los de la zona hotelera de Tabasco 2000— cambiaron el interés de la población por los inmuebles heredados quizá por la antigua Villahermosa.
Entre Los Azulejos y Café Casino que desaparecieron antes de que sus propietarios murieran, sobrevive La Caldereta. Aún las fotografías que cuelgan de sus paredes dan cuenta de la visita de candidatos y presidentes de la república, así como de gobernadores y presidentes municipales.
Son recuerdos de una clase política ya en extinción, pero en la cual no reparan quienes la sustituyen porque a pesar de que sus encuentros en los modernos y cómodos restaurantes se divulgan y difunden por los diversos medios de comunicación —por la radio se hacen hasta trasmisiones en vivo vía celular—, pocas son las fotografías de clientes frecuentes que las empresas gastronómicas presumen como reconocimiento a su servicio.
Pero ese desinterés de los empresarios del ramo por no imprimir el pasado quizá se deba a la diversidad y pluralidad de personajes que llegan a esos establecimientos; algunos para ‘gorrear’ el desayuno, otros para ‘orejear’ no sólo a los políticos oficiales sino a los de oposición, que al final de cuentas son lo mismo cuando comparten el poder.
Así aparecen aprendices de políticos como José Morales, quien después de crear y vender la patente de los “Pochimóviles”, puede compartir mesa con Humberto Mayans Canabal o Roberto Madrazo Pintado. Uno y otro saben de su experiencia como transportista.
También hay aprendices de periodistas que lo mismo se sientan con Javier May Rodríguez que con Miguel Alberto Romero Pérez, Evaristo Hernández Cruz, Lorena Beaurregard de los Santos, Manuel Gurría Ordóñez, Florizel Medina Pereznieto, Óscar Cantón Zetina, Manuel Andrade Díaz, Gina Trujillo García, Arturo Núñez Jiménez, Adán Augusto López Hernández o Nicolás Alejandro León Cruz, etcétera, etcétera y etcétera.
Por el apogeo de los restaurantes de la periferia, la prensa escrita y electrónica dispone espacios diarios que comparten con los destinados a la otra fuente de información que es el aeropuerto internacional de Tabasco “Capitán Carlos A. Rovirosa”
Cuando era dirigente estatal del PRD, Andrés Manuel López Obrador solía desayunar en el hotel Excelaris Hyatt. En una ocasión, Alberto Pérez Mendoza intentó presentarle a los entonces diputados del PRI Carlos Francisco Dagdug Cadena y Guillermo Narváez Osorio.
—Pérate… con el primero me puedo sentar pero con el otro no… no es confiable…
Lo mismo dijo cuando le presentaron a Pedro Jiménez León, que fue dirigente estatal del PRI en la campaña a gobernador de 1994 y ahora es uno de sus aliados en el Movimiento Ciudadano que sustituyó al Partido Convergencia del ex gobernador de Veracruz, Dante Delgado Ranauro.
martes, 23 de agosto de 2011
Política entre politiqueros
Puntos de reunión de grillos y chismosos, los desayunaderos se han convertido en eje central de la vida pública tabasqueña, donde se compone el mundo y después del café se deja como estaba
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