Tomás Aguilar Yedra / tomas_yedra@hotmail.com
En México los funcionarios públicos son de la burguesía burocrática, y ciertamente desempeñan un servicio público pero también sirven para proteger intereses y privilegios de dentro y de fuera del gobierno, como los privilegiados sueldos y demás prestaciones y subsidios que reciben los funcionarios de primer, segundo y hasta tercer nivel de los Poderes de la Unión y de los poderes estatales.
De fuera del gobierno da protección a los empresarios que gozan de excesivas utilidades, y de sus funcionarios también como sus gerentes tienen salarios altos; pero claro, tienen derecho a invertir, porque ponen en riesgo sus capitales, y también tienen derecho a ganar dinero, porque ese privilegio se lo da nuestra ley de leyes, a condición de que no lesionen nuestra economía nacional, ni infrinjan nuestra leyes secundarias.
Es también obligación del gobierno proteger a quienes venden su trabajo por un salario, porque gozan de la tutela de instituciones jurídicas que les da la posibilidad de luchar para lograr mejores prestaciones; sin embargo, la administración pública los ha olvidado, aun en tiempos de gobiernos progresistas.
Los salarios de hoy están estacionarios, no se mueven y cada día valen menos por el alto costo de la vida; el gobierno sabe bien que somos millones de pobres y muy pobres, y como ya no lo puede ocultar, sale por la ventana que llama Cruzada Nacional Contra el Hambre, pero ésta sólo se combate con empleo, producción y productividad. Hay que llevarle a la gente granos, carnes, comida mientras les llega la Cruzada… antes de que aumenten las enfermedades por la desnutrición.
La reina de nuestras leyes, tanto a empresarios como a trabajadores, les da el derecho de organizarse en sindicatos para la defensa de sus intereses, y en este caso es al gobierno a quien le corresponde buscar el equilibrio entre ambos sectores. Esa ha sido la mejor vía para el empresario nacionalista, quien ha visto hacia dentro de México, al crear fuentes de empleo en nuestro territorio arriesgando su capital, en lugar de depositarlo en bancos extranjeros.
Decían en la antigüedad que justicia es dar lo que le corresponde a cada quien. Esa buena enseñanza bien puede aplicarse hoy, si queremos erradicar el crimen. Y este es un asunto de fondo.
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