Invitados especiales, asistentes priistas y ex priistas revestidos de perredistas, pejistas y nuñistas, atestiguaron una toma de protesta que recordó las glorias pasadas del otrora partidazo
Fernando Hernández G. / fdohernandezg@hotmail.com
Parecía una celebración priista. Toda la parafernalia montada para la rendición de protesta del nuevo gobernador de Tabasco, Arturo Núñez Jiménez, daba esa impresión: el recinto y su montaje, los controles de seguridad, la música jacarandosa para dar ambiente a la fiesta y los invitados, sí, en su mayoría ex priistas convertidos en perredistas, acudiendo a presenciar el histórico momento: el fin de la era tricolor en Tabasco.
Era la fiesta de la alternancia: de un PRD que logró echar a un PRI de la Quinta Grijalva, donde ahora residirá los siguientes seis años quien hizo campaña con el eslogan del ‘cambio verdadero’ en Tabasco.
Una alternancia que quien la encabeza desde el primer minuto de este 2013, dice no concebirla como revancha política, aunque ya está amenazando con meter a la cárcel a quienes saquearon el patrimonio de los tabasqueños.
“Y si no lo hiciere así, que la nación o el estado me lo demanden”, acotó Núñez Jiménez instantes después de rendir juramento de que cumplirá y hará cumplir las constituciones de la República y local de Tabasco, y las leyes que de ella emanan.
Y priista fue el representante del Presidente Enrique Peña Nieto, el secretario de Educación, Emilio Chuayffet Chemor, quien en 1998 asumió la titularidad de la Secretaría de Gobernación y llevaba como subsecretario a Arturo Núñez.
Y priistas fueron los ex gobernadores Leandro Rovirosa Wade, Enrique González Pedrero, Manuel Gurría Ordóñez, Víctor Manuel Barceló Rodríguez y Enrique Priego Oropeza que acompañaron a Núñez Jiménez a su asunción, como priistas son Roberto Madrazo Pintado y Manuel Andrade Díaz que no acudieron.
Y priistas fueron los mandatarios de Campeche, Fernando Ortega Barnés; de Veracruz, Javier Duarte Ochoa y Yucatán, Rolando Zapata Bello, que como los del DF, Miguel Ángel Mancera y Morelos, Graco Ramírez (PRD); Chiapas, Manuel Velasco Coello (PVEM) y Oaxaca, Gavino Cué (alianza PAN-PRD) que pese a la fecha —31 de diciembre— atendieron la invitación de su homólogo tabasqueño.
Y priistas fueron el senador Humberto Mayans Canabal, quien ahora no repara en elogios para su archirrival político y hasta ofrece ser su aliado en la Cámara alta, y la subsecretaria de la SRA, Georgina Trujillo Zentella, hija del desaparecido ex gobernador Mario Trujillo García, de quien Núñez fue secretario particular, y que no fue mencionada como otros asistentes que ostentan altas encomiendas en la administración pública.
Y priista fue el ‘gran ausente’: el gobernador saliente Andrés Granier Melo, quien no quiso correr el riesgo de exponerse a un abucheo por quienes seis años atrás lo ensalzaban y adoraban.
Y ex priista fue el personaje más ovacionado esa mañana en el centro de convenciones Tabasco 2000: Andrés Manuel López Obrador, quien no acudió a la sesión solemne del Congreso local porque no es su estilo asistir a esos eventos pero, sin embargo, envió a sus tres hijos mayores.
Y ex priistas son los tres personajes que en 1988 protagonizaron el mayor desgajamiento del otrora partidazo tricolor y fundarían el PRD: Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, presentes en esta ceremonia en que otro ex priista asumió la gubernatura.
Y como ellos, muchos otros ex priistas revestidos de perredistas —o de pejistas o nuñistas— asistieron al último gran evento del 2012, como también lo hicieron miembros de otros partidos, como el ex candidato presidencial panista Diego Fernández de Cevallos, y su correligionario el ex candidato a gobernador, Gerardo Priego Tapia, que dejó atrás los cuestionamientos a la trayectoria priista de Núñez y ahora le concede el beneficio de la duda al nuevo mandatario estatal.
Y como las fiestas priistas de siempre: la clase política, los empresarios e invitados de fuera —que los hubo de muy buen nivel y en abundancia: el rector de la UNAM, José Narro; el subsecretario de Segob, Felipe Solís Acero; el subprocurador de la PGR, Ricardo García Cervantes; el dirigente nacional del PRD, Jesús Zambrano; la ex gobernadora de Zacatecas, Amalia García; el coordinador de los diputados federales del partido del sol azteca, Silvano Aureoles; el ex dirigente nacional del Movimiento Ciudadano, Dante Delgado y quien lo sucedió, Leonel Cota Montaño; el ex gobernador del Estado de México, Ignacio Pichardo; el ex dirigente nacional del PRI, Jorge de la Vega Domínguez, y su ex compañero en Gobernación, Natividad González Parás— ocuparon los principales lugares en el declarado recinto oficial, entre los casi cinco mil asistentes que ingresaron con rigurosa invitación con medidas de seguridad impresas, y para los ciudadanos sin cargo, los que el 1 de julio atiborraron las urnas con votos para los candidatos de la coalición Movimiento Progresista de Tabasco, sólo hubo sólo un toldo en el exterior de ese inmueble ubicado en el corazón de Tabasco 2000.
El evento salió impecable. Todo en orden y de acuerdo a lo planeado por el responsable de la organización, César Raúl Ojeda Zubieta, tres veces candidato a la gubernatura, ex diputado federal priista y ex senador perredista, y hoy el número dos en el gobierno nuñista.
Hasta los priistas, los diputados salientes y los entrantes que pese a los amagos sí acudieron a la última sesión de la 60 Legislatura local, y su dirigente Francisco Herrera León —invitado como otros connotados priistas: Carlos Armando Biebrich, ex gobernador de Sonora y Ausencio Chávez, ex mandatario michoacano y ex delegado del CEN en Tabasco— se comportaron derechitos.
Ninguno de ellos, ni de los cuadros tricolores ubicados entre el grueso de los invitados, se atrevió a interpelar al recién investido gobernador cuando acusó al gobierno saliente que encabezó el priista Andrés Granier —sin mencionar su nombre— de un pésimo manejo financiero, desorden administrativo, negligencia, corrupción e irresponsabilidad compartida.
Eso sí, aplaudieron muy contentos y apasionados cuando Arturo Núñez envió un saludo, a través de su representante, el mexiquense Emilio Chuayffet, al Presidente Enrique Peña Nieto, y cuando le agradeció su “pronta respuesta” para la atención de la crisis hospitalaria que estalló en las postrimerías del granierismo.
Y desde la máxima tribuna del estado, el nuevo titular del Ejecutivo arrancó aplausos espontáneos cuando prometió castigar con la ley y con cárcel, sin importar jerarquía ni poder ejercido, a quienes hayan dispuesto indebidamente del patrimonio de Tabasco y los tabasqueños.
Y aunque consideró a la alternancia que hoy lo tiene como gobernador de Tabasco, una “hazaña colectiva” de los tabasqueños que, hartos de la situación prevaleciente, dieron el primer paso para concretar en la realidad sus sueños por otro Tabasco posible; quizá inspirados —bromeó— en la profecía maya decidieron libremente empezar una nueva era política en la entidad”, Arturo Núñez hizo reconocimiento a dos personas que contribuyeron a su triunfo.
Primero, agradeció “el trabajo de servicio social emprendido con gran emoción y la promoción del voto hecho por quien constituye el mayor lujo en mi vida: mi esposa, Martha Lilia López Aguilera”.
Después, “a quien emprendió una nueva etapa en la lucha democrática en el estado; a quienes lo secundaron e hicieron posible la fundación del Partido de la Revolución Democrática, y a quienes se fueron incorporando después a través de una larga y difícil lucha, que a pesar de una situación de precariedad democrática y de retraso respecto del avance político nacional, nos ha permitido llegar a donde hoy nos encontramos. Este triunfo lo es también de Andrés Manuel López Obrador”. Y arrancó la mayor ovación del día.
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