Investigadores realizan estudio en Tabasco sobre los múltiples factores que influyen en la decisión de quitarse la vida
Samuel L. Soto Giles / gi_les@hotmail.com
De enero a abril de 2008, la doctora en Ciencias de la Salud Ángela Martínez y el doctor en Estudios Latinoamericanos, Enrique Guinsberg, de la Universidad Autónoma Metropolitana, realizaron la Investigación cualitativa al estudio del intento de suicidio en jóvenes de Tabasco.
En ese estudio publicado en 2009 por la revista de la Facultad Nacional de Salud de la Universidad de Antioquia, ubicada en Medellín, Colombia, se justifica que para dar cuenta del fenómeno del intento de suicidio se eligió al estado de Tabasco, México, debido a sus altas recurrencias.
Los investigadores partieron de dos preguntas: ¿Qué hay detrás del hecho que los jóvenes de Tabasco intenten suicidarse? y ¿cuáles son los significados socioculturales que configuran y su influencia en la búsqueda de intentar morir por mano propia?
“El entramado metodológico se ha formulado a través del “muestreo intencionado”, siguiendo un proceso de acumulación de entrevistas a seis jóvenes pacientes del Hospital Juan Graham Casassus y Hospital de Salud Mental de Villahermosa, Tabasco”, indicaron.
Según las cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática, “el suicidio representa hoy la segunda causa de muerte entre los jóvenes mexicanos, después de los accidentes automovilísticos. Se estima que de los tres mil 200 suicidios que ocurren cada año en México, en promedio son personas de entre 11 y 20 años, los cuales en su mayoría habitan en estados como Yucatán, Campeche y Tabasco”, citaron.
“En Tabasco los suicidios ocurren diez veces con más frecuencia que en Chiapas, con cifras similares en Canadá y algunas naciones del Caribe. Allí el suicidio se ha convertido en un problema de salud colectiva debido a que los índices estatales están por arriba de los índices nacionales, desde los finales de los años setenta”, compararon en ese año.
Advirtieron que se ha incrementado el suicidio en personas en edad entre 5 a 14 años, es decir la población joven en Tabasco está “optando” por quitarse la vida.
En relación a los intentos de quitarse la vida, según datos de la Dirección de Salud Psicosocial de la Secretaría de Salud en el estado, se encontraron tres mil 566 casos registrados en el período de 2004 a 2007; es decir, en 2004 se registraron 859 intentos, en 2005 fueron mil 043, en el año 2006, 855 intentos y finalmente en 2007 se registraron 809 casos.
Este recorrido es ilustrado con las declaraciones manifestadas por un representante de la Secretaría de Salud de Tabasco:
“... al año rescatamos entre 700 y 800 pacientes, casos que vamos registrando, estudiando, y a los cuales además se les da un seguimiento formal a lo largo de 3 a 6 meses, hasta que salen adelante... jóvenes de 15 a 19 años, son los potencialmente en riesgo... los jóvenes suicidas, generalmente estudiantes frustrados, que obtienen bajas calificaciones y temen que sus familias los repriman, pero también porque tempranamente acceden al alcohol o al consumo de drogas, porque hay muchas facilidades para conseguirlas, en los antros o lugares a los que concurren”.
Por mencionar sólo algunos casos, durante el mes de mayo de 2005 se registraron 25 suicidios.
LA AGRESIÓN AL YO
Los investigadores observan que se ha considerado relevante explorar que los jóvenes de Tabasco, en su mayoría provenientes del medio rural de origen campesino e indígena, desde la infancia empiezan a participar en la vida laboral, condición que los involucra en actividades vinculadas con tareas adjudicadas a los adultos.
De pronto se encuentra con la noticia: “En villa La Venta, Huimanguillo, se registró el deceso de un estudiante de bachillerato de 18 años, hasta el momento sus familiares desconocen el motivo que tuvo para suicidarse”.
¿Qué significados expresan los jóvenes de Tabasco que intentan suicidarse?, se preguntan los investigadores al citar a Freud.
“El sujeto se vuelve neurótico dado que le es imposible tolerar la medida de frustración que la sociedad le impone en aras de sus ideales culturales; como reacción, la agresión es introyectada hacia el yo propio, los cambios sociales, los distintos momentos históricos que vivimos a lo largo de nuestra vida tienen un efecto de producción de nuevas subjetividades, de nuevos estilos vinculares que emergen en nuestras organizaciones, nuestra cultura, nuestra cotidianidad”, explicaron.
En términos de la imagen social, es decir, entre las atribuciones ideológicas y los valores asignados a los jóvenes en la sociedad tabasqueña, se encuentra el hecho de que deben estar sometidos a la tutela y control económico y moral de instituciones como la familia, la escuela, la iglesia.
“… un joven pintor que ha buscado espacios para exponer sus creaciones manifestó: ‘para mí fue difícil al principio porque yo busqué círculo de pintores y no me aceptaban porque consideraban que mi juventud está en contra, sin embargo, con el tiempo demostré trabajando constantemente’.
En esta dirección se pronunció en la misma nota informativa otro joven expresando que la dificultad ha sido precisamente la juventud, ya que los adultos no confían fácilmente; “se piensa que los jóvenes sólo actúan por impulso sin tener plena conciencia de lo que se está haciendo, cuando no siempre es así”, analizaron.
“ME EMPEZÓ A PATEAR”
En esa investigación se expone que la decisión de darse muerte por mano propia se encuadra en una problemática que obliga a reflexionar si la vida vale o no la pena de ser vivida, es decir, si se constituye en una amenaza a la vida misma, como testimonia Alberto Camus en su obra El mito de Sísifo: “Vivir bajo este cielo asfixiante exige que se salga de él o que se permanezca en él”.
“La mera posibilidad del suicidio se antoja entonces como promesa de liberación, finalmente ilusoria, dice Camus, porque al final de cuentas el suicidio es la vida derrotada, la vida que no puede soportar la ausencia del sentido”, encuadraron los investigadores.
En ese contexto de la reflexión sobre los significados de las prácticas sociales del intento de suicidio, “vale la pena el testimonio de Elena (se da uso a seudónimos en los diversos testimonios que se van a presentar en el documento), quien en su grito de auxilio alcanzó la fatalidad, no sin antes compartirnos su testimonio”.
“... él andaba tomado, era tarde, cuando… este…, en mi casa mi pensamiento era que no valía nada en este mundo; siempre he tenido temor que mi opinión no cuenta, él me dice que las mujeres no se mandan solitas, mi pensamiento era cortarme con el cuchillo... me puse a llorar… y entonces agarré y me tomé ese veneno y me puse a pensar: ¡Dios mío, qué hice! Me empecé a sentir mareada y agarré a mi niña, tome agua de azúcar, tomé una naranja... de allí no pensaba en él sino en mi niña… empecé a vomitar y me caía yo al suelo; escuché que tocaban la puerta me levanté, me quité mi ropa, me iba a acostar cuando llegó él y dice: ‘qué cosa haces’ y me dice ‘algo hiciste’ y le digo no, me voy acostar… y luego me emperezó a golpear, a patear, me jaló los pelos, luego le dije: ‘me tomé eso’ y luego él me dice ‘hiciste algo malo’... le dije que me ayudara que ya me sentía muy mal…”.
El día de hoy esa voz está en el silencio, Elena de 22 años, hija de campesinos, dejó de existir por falla hepática, renal y daño pulmonar, el 2 de marzo de 2008, tras 15 días de agonía, envuelta en un arrepentimiento y desesperación por alcanzar su estabilidad.
Ella ingirió Paraquat, el herbicida más vendido en todo el mundo: constituye el 40 por ciento de todos los plaguicidas. En México ocupa el segundo lugar en uso. Este herbicida se absorbe por la vía digestiva y respiratoria; si llega a los pulmones produce congestión, edema alveolar con aumento de macrófagos que progresa a fibrosis y edema pulmonar.
DOS INTENTOS EN MES Y MEDIO
Al contextualizar que Schopenhauer afirma que quien comete un suicidio busca con ahínco desesperado liberarse de males y dolores antes que acabar con su vida, el estudio destaca que el suicidio puede interpretarse como una manifestación de voluntad de vida.
“Pues realmente yo lo atribuyo mucho a que estaba totalmente tomada, pero también, también… este… lo que causó el hecho de que yo hiciera eso fue un pleito muy fuerte con mi pareja, incluso me golpeó, yo estaba tan tomada... me sentí muy denigrada, mi autoestima muy debajo… y agarré unas navajas que tenía en mi cuarto con las que me depilo mis cejas y me corté las manos en ambas, me hice tres... solamente en esta mano sí me quedó un poquito mal, me duele y ya no puedo levantar nada pesado... y esta fue la primera ocasión… la segunda no tomé, pero vivía yo muy apegada al recuerdo de mi tío muerto… y me siento en ese momento súper agobiada por todo, o sea con ganas de desaparecer totalmente. Me paro frente a la fotografía de mi tío y le digo: estoy harta, mejor me voy contigo... mejor... y empiezo a tomar todas las pastillas que encuentro, al poco rato empecé a temblar mucho y me empecé a sentir muy mal, quise vomitar y ya no pude... me empezó a doler mucho el pecho... lo único que pensaba era de que me curaran, tenía la boca amarga...”.
Es interesante notar —señala la investigación— que en la anterior experiencia de Clara, joven madre soltera de 22 años, el deseo de atentar contra su vida en dos ocasiones, en un lapso de tiempo de un mes y medio, “el llamado deseo de morir condena imaginariamente otros deseos que no implican la autodestrucción sino la inclinación a huir de cierto mal o la vía de escape de algo”.
“Siguiendo con Schopenhauer, el suicida ama la vida, pero no acepta las condiciones en que se le ofrece.
“Al destruir su cuerpo no renuncia a la voluntad de vivir, sino a la vida. Quiere vivir, aceptaría una vida sin sufrimientos, pero sufre porque las circunstancias no le permiten gozar de la vida.
“El suicida experimenta un intento consonante con su propio contexto, circunscrito a sus propios medios, hecho que demuestra la esencia del deseo de morir, representa la llave para cerrar el mundo de los sufrimientos”, acotan.
Además, hacen hincapié en que los hombres o las mujeres eligen el método en función de su identidad masculina o femenina, de ahí se deriva la pregunta:
¿Qué significa ser hombre o mujer, joven, campesina, estudiante en Tabasco?, esta construcción cobra sentido al vincularla con el peso social que se le adjudica a cada uno de los roles.
Al hablar de método también lleva a revisar casos de reincidencias en los intentos, como es la controvertida experiencia de Miguel, joven de 17 años con cuatro intentos de suicidio, haciendo uso de pastillas, ahorcamiento, aventarse a un río y cortarse las venas, diagnosticado por los profesionales de la salud mental como Trastorno de personalidad.
“Vine solito al hospital… me siento solo sin apoyo de nadie, tengo miedo que a nadie le importo… no quiero vivir… me critican porque soy homosexual... no encuentro motivos para vivir…”.
Es importante también recuperar la experiencia de Cristina de 18 años de edad, estudiante de segundo semestre de Derecho, quien como primer intento de abandonar la vida ingirió diversas pastillas.
“Sí, me quiero morir… no quería volver a ver la luz... lo hago para que mi madre se sienta culpable… soy adoptada… con esto que me pasó me tienen que atender… a la vez sí me quiero morir pero hay que vivir la vida... ¿Por qué me quiero cortar cuando Dios me dio dos brazos?... y es un pecado quitarme la vida…”.
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