lunes, 23 de abril de 2012

Alzas y bajas electoreras


Enrique Peña Nieto va galopante hacia la silla presidencial. Los datos arrojados en las encuestas desde el inicio del proceso federal le han situado en primer lugar en las preferencias sociales.

Rosa Elvia Bracamontes / rosaelviab@hotmail.com


Muchos que no comulgan con la idea de que el priismo retorne a los Pinos descalifican la vida y obra del priista, perdiendo de vista que hoy lo que está surtiendo efecto es la forma en que dicho actor político se postura hacia la sociedad. Una donde el respeto, la mesura, la buena presencia y formas, son su constante.
Después de sus olvidos literarios, no se ha permitido un error. Actuado o no. Una campaña electoral es eso: una puesta en escena en donde se sientan las bases de una oferta disponible para que el elector escoja.
En ello se da forma a la imagen pública, a lo que se expresa; se escogen escenarios coloridos con sentido de pertenencia; música que vincula. Expresiones que convenzan y un todo con factores de penetración del gusto de las preferencias. Justo lo empleado por el equipo priista, indudable experto en hacer campañas electorales.
Pero el buen trabajo no tendría éxito sin el ambiente propicio: una sociedad ávida de estabilidad, de respeto a sus derechos, de control y bienestar. Justo es lo que oferta el priista. Una imagen que transpira eso y no la desgastan en conflictos hacia otros. No ha caído en el juego de provocaciones y eso le gana adeptos conforme camina por el país.
Andrés Manuel López había entendido la postura social y dio un viraje de 180° a su presencia política al ir de la beligerancia al enamoramiento; de la belicosidad a la actitud conciliadora en afán de recuperar el posicionamiento de privilegio que tuvo en 2006 y que después perdió de modo paulatino, cuando su público se cansó del trillado discurso agresivo.
Todo parecía indicar que ese sería el corte de su campaña presidencial, por su indudable experiencia política. Los hechos demuestran lo contrario; en cada evento dedica buena parte de su tiempo a denostar y descalificar al candidato priista, usando los mismos términos de antaño que ya no tienen congruencia en su voz, no con las sumas priistas que ha hecho a su movimiento.
El tercer lugar que AMLO tenía en las preferencias del voto se antojaba imposible de remontar; no contaba con la astucia de la presidenciable que, contra pronóstico, ha tenido un pésimo manejo de campaña que incluye spots publicitarios y presentaciones personales erróneas y que hoy posiciona al candidato choco en un nada despreciable segundo lugar de encuestas.
Y para dar el empujón final, idearon una campaña de desprestigio para el priista que la colocó en la mira negativa de la sociedad al hacer lo que  no se puede: agredir, descalificar. No cuando ella tiene bastante cola que le pisen, si de incumplimiento, irresponsabilidades o desatinos se trata. 
Resulta increíble pensar que tiempo, dinero y esfuerzo se invierta en un partido y candidato distinto, cuando debería emplearse en recomponer la historia de la candidata. Esto tiene su costo y hoy vemos deslizarse a la representante del género femenino en plena caída libre.
El avispero sólo se alborota si quien lo propicia está bien resguardado; no es el caso. De ella hay sendas constancias de sus incompetencias institucionales. Y si le aunamos que procede de un gobierno desafortunado, he ahí los resultados que seguro no variarán de aquí a los comicios.
Las apuestas entre los partidos van, pero lo que importa es: ¿a que le apuesta usted para el país?  



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