martes, 14 de febrero de 2012

Tiempos de apechugar


Anda de mal humor, dicen quienes lo han visto en privado. No es para menos: su delfín resultó Cordero sacrificado por el panismo, reticente a la línea. No debiera sorprenderle, pues él es fruto de la misma rebelión, pero seis años antes.
José Ureña /
primercirculo@hotmail.com

Entonces el índice presidencial de Vicente Fox señaló a Santiago Creel y él, Felipe Calderón, emergió triunfador gracias al distanciamiento.
Esta vez resultó Josefina Vázquez Mota, para quien ya trabaja todo el aparato de Estado como si la transición no hubiese llegado al país y Acción Nacional (PAN) no tuviera su origen en su oposición a un partido gobierno.
Hoy traiciona su esencia.
No debiera sorprendernos.
Así como Fox puso cuanto pudo a favor de Calderón, al grado de poner en riesgo la elección, como está asentado en la calificación presidencial del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), desde 2011 se mueven las piezas oficiales a favor de alguien.
Comenzó el viernes 13 de mayo de 2011, cuando el propio Calderón concentró a mil 800 delegados federales en la ciudad de México y sólo hubo dos oradores: el jefe del Ejecutivo y el secretario de Hacienda y Crédito Público.
Toda la nómina y los programas oficiales a su favor. Pero Cordero no entusiasmó ni a sus familiares y por eso esta crónica.

ACARREADOS Y TRAICIONEROS
El domingo 5 de febrero no fue de fiesta.
En el poder apenas recordaron el aniversario de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos pero estuvieron muy atentos del desarrollo de las elecciones.
La leve esperanza de forzar una segunda vuelta comenzó a desvanecerse antes del mediodía, a dos horas de abiertas las casillas azules.
No había mucha afluencia, pues ni siquiera votó la tercera parte de militantes y adherentes, pero el acarreo resultó contraproducente.
Felipe Calderón se puso serio.
Gente de su confianza tenía instrucciones precisas. Amén del aparato gubernamental —secretarías de Estado, organismos descentralizados, paraestatales, delegaciones, gobernadores, alcaldes—, se apretó a particulares.
Una de ellas tuvo objetivos financieros.
En la Sistema de Administración Tributaria (SAT) hay una lista muy precisa de empresas y empresarios incumplidos.
Se habló con varios de ellos, los más importantes, y se les regularizó su situación. Resultado: los recursos fueron reorientados.
Si antes, sobre todo del Grupo Monterrey, iban en bloque para Josefina Vázquez Mota, su obligación era ir al rescate del operativo para Ernesto Cordero.
Hasta esos instrumentos de control fallaron.
Los barones sí pagaron el favor del borrón y cuenta nueva, pero no se olvidaron de Vázquez Mota y la señora pudo tener los recursos para montar su propio ejército de acarreadores y vigilantes de las urnas.

COMIDA Y ENCUENTRO FRÍOS
A las 14:00 horas del domingo todo estaba perdido.
Más o menos a esa hora salió la orden hasta la sede panista, donde Gustavo Madero ignoraba cómo debía proceder:
—Ni modo, a respetar el resultado.
Josefina Vázquez Mota no lo creyó cuando escuchó la encomienda.
Aun así, por la tarde, cuando Felipe Calderón se comunicó con ella antes de las 19:00 horas, le dio una felicitación muy escueta.
Ordenó reunir a los tres aspirantes —Ernesto Cordero y Santiago Creel, además de Vázquez Mota— y casi sin ver a la precandidata triunfante se declaró demócrata.
Había ojos de azoro:
Gustavo Madero tenía la mirada perdida por su probada incapacidad.
Cordero era el rostro del fracaso total.
Creel confesó su tercera posición y su decisión de respaldar a quien ya era la segura ganadora.
Y Vázquez Mota intentó leer el rostro presidencial.
Rostro huidizo.
La felicitó muy bajito y quedaron de verse en la semana.
—Pronto, Josefina. Yo te llamó.
Y sí, se dio la comida y Josefina confirmó lo temido: su triunfo no agradó.
—Pero el encuentro fue cordial y con compromisos mutuos: él le ofreció su apoyo, ella incorporará a los corderistas y calderonistas— me transmitió una fuente la crónica de Vázquez Mota.
Ni modo, es tiempo apechugar.

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