Como ensayo, Michoacán no salió tan mal. Todos nos mostraron sus miserias y midieron las del contrario. Pero también exageraron sus virtudes.
Sus miserias porque el día de las elecciones México tenía 36 titulares para 32 entidades federativas: 31 gobernadores en funciones, uno electo —el coahuilense Rubén Moreira—, tres triunfantes y el capitalino Marcelo Ebrard.
Obviamente los triunfantes eran los de Michoacán: Fausto Vallejo, Luisa María Calderón Hinojosa y Silvano Aureoles.
Un espectáculo indigno para un país cuyo tránsito a la democracia fue cubierto once años atrás. Y peor cuando uno de esos actores era la hermana del presidente Felipe Calderón Hinojosa, quien debió aprender de su propia circunstancia.
Peor imagen dieron panistas y perredistas cuando olvidaron a sus propios gobiernos y acusaron al alto crimen —La Tuta, La Familia Michoacana, Los Caballeros Templarios— de haber decidido la elección.
Luisa María Calderón hasta lamentó el arribo “de un títere de la delincuencia organizada”.
DERROTA FEDERAL
Todo lo anterior fue un espectáculo público, pero pasaron cosas hacia el interior de los partidos.
Lo primero fue cómo se dio la candidatura de Luisa María Calderón Hinojosa.
Cuando se hablaba de ella, un alto funcionario federal me dijo:
—De verdad el presidente no la quiere de candidata.
Investigué y, efectivamente, Felipe Calderón se oponía.
Sin embargo, ella utilizó su ascendencia y su carácter:
—Yo nunca me opuse a que tú fueras candidato y tengo los suficientes méritos para aspirar.
Luego fue Elba Esther Gordillo y reivindicó el derecho de Luisa María:
—Tienes que ayudarla, Felipe. Tú no puedes perder Michoacán. Es tu estado, tu prestigio.
Y manos a la obra: por allá desfilaron secretarios de Estado, directores de empresas y organismos descentralizados, coordinadores de comunicación social…
Un ejército de burócratas al servicio de la señora. Un cúmulo de programas y recursos para posicionar la imagen del gobierno del hermano de Luisa María Calderón Hinojosa.
El mensaje era claro: el triunfo de Cocoa sería bendición para Michoacán. Ese mensaje se leyó al revés: era la imposición de Cocoa y no la salvaron siquiera los publicistas disfrazados de encuestadores para proyectarla como invencible. Perdió.
CAIDA PERREDISTA
Los perredistas dieron su propio espectáculo. Al mal gobierno de Leonel Godoy se sumó la astringencia presupuestaria del gobierno federal. Le redujeron recursos, cierto, y eso repercutió en los fondos para Silvano Aureoles, aunque no fuese su predilecto.
Sin apoyo interno, tampoco tuvo externo.
A diferencia de Ángel Aguirre en Guerrero, Aureoles tuvo sólo dos visitas de compromiso de su antes amigo y hoy rival en amores Marcelo Ebrard.
Es decir, Aureoles no tiene ni puede tener el agradecimiento de Aguirre, quien intenta copiar cuanto hace Ebrard en la capital aunque la miseria guerrerense sea de antología.
EMERGENCIA PRIISTA
Y en el PRI las divisiones se zanjaron a última hora. Cuando se hundía Fausto Vallejo llegaron en su auxilio Humberto Moreira, Enrique Peña Nieto, Emilio Gamboa, Ascención Orihuela…
Le inyectaron recursos, pero sobre todo le organizaron la estructura y le acercaron grupos alejados, entre ellos los del propio Orihuela, de Víctor Silva, de Víctor Manuel Tinoco Rubí, de Genovevo Figueroa… Ahí estuvo la clave de la victoria.
Pero traiciones hubo y aunque hayan recompuesto, la experiencia queda para 2012.
¿O cómo puede leerse cuanto hacen Manlio Fabio Beltrones, Francisco Labastida, Joel Ayala y muchos otros actores priistas?
No, es claro que el 2012 no está decidido.
Obviamente los triunfantes eran los de Michoacán: Fausto Vallejo, Luisa María Calderón Hinojosa y Silvano Aureoles.
Un espectáculo indigno para un país cuyo tránsito a la democracia fue cubierto once años atrás. Y peor cuando uno de esos actores era la hermana del presidente Felipe Calderón Hinojosa, quien debió aprender de su propia circunstancia.
Peor imagen dieron panistas y perredistas cuando olvidaron a sus propios gobiernos y acusaron al alto crimen —La Tuta, La Familia Michoacana, Los Caballeros Templarios— de haber decidido la elección.
Luisa María Calderón hasta lamentó el arribo “de un títere de la delincuencia organizada”.
DERROTA FEDERAL
Todo lo anterior fue un espectáculo público, pero pasaron cosas hacia el interior de los partidos.
Lo primero fue cómo se dio la candidatura de Luisa María Calderón Hinojosa.
Cuando se hablaba de ella, un alto funcionario federal me dijo:
—De verdad el presidente no la quiere de candidata.
Investigué y, efectivamente, Felipe Calderón se oponía.
Sin embargo, ella utilizó su ascendencia y su carácter:
—Yo nunca me opuse a que tú fueras candidato y tengo los suficientes méritos para aspirar.
Luego fue Elba Esther Gordillo y reivindicó el derecho de Luisa María:
—Tienes que ayudarla, Felipe. Tú no puedes perder Michoacán. Es tu estado, tu prestigio.
Y manos a la obra: por allá desfilaron secretarios de Estado, directores de empresas y organismos descentralizados, coordinadores de comunicación social…
Un ejército de burócratas al servicio de la señora. Un cúmulo de programas y recursos para posicionar la imagen del gobierno del hermano de Luisa María Calderón Hinojosa.
El mensaje era claro: el triunfo de Cocoa sería bendición para Michoacán. Ese mensaje se leyó al revés: era la imposición de Cocoa y no la salvaron siquiera los publicistas disfrazados de encuestadores para proyectarla como invencible. Perdió.
CAIDA PERREDISTA
Los perredistas dieron su propio espectáculo. Al mal gobierno de Leonel Godoy se sumó la astringencia presupuestaria del gobierno federal. Le redujeron recursos, cierto, y eso repercutió en los fondos para Silvano Aureoles, aunque no fuese su predilecto.
Sin apoyo interno, tampoco tuvo externo.
A diferencia de Ángel Aguirre en Guerrero, Aureoles tuvo sólo dos visitas de compromiso de su antes amigo y hoy rival en amores Marcelo Ebrard.
Es decir, Aureoles no tiene ni puede tener el agradecimiento de Aguirre, quien intenta copiar cuanto hace Ebrard en la capital aunque la miseria guerrerense sea de antología.
EMERGENCIA PRIISTA
Y en el PRI las divisiones se zanjaron a última hora. Cuando se hundía Fausto Vallejo llegaron en su auxilio Humberto Moreira, Enrique Peña Nieto, Emilio Gamboa, Ascención Orihuela…
Le inyectaron recursos, pero sobre todo le organizaron la estructura y le acercaron grupos alejados, entre ellos los del propio Orihuela, de Víctor Silva, de Víctor Manuel Tinoco Rubí, de Genovevo Figueroa… Ahí estuvo la clave de la victoria.
Pero traiciones hubo y aunque hayan recompuesto, la experiencia queda para 2012.
¿O cómo puede leerse cuanto hacen Manlio Fabio Beltrones, Francisco Labastida, Joel Ayala y muchos otros actores priistas?
No, es claro que el 2012 no está decidido.
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