jueves, 11 de agosto de 2011

Medios: control político


Cuarto poder. Para algunos esto lo representa la Iglesia, pues después de los tres poderes constitucionales del país es quien más control tiene en la sociedad; correcto, pero esto no aplica en política.


Remontando un poco en la historia, antes del Foxismo, la mayoría de la información que circulaba era de tendencias oficialistas; los ejercicios institucionales y políticos se conocían según los intereses del partido oficial: el PRI.
La sociedad ajena a la política creía ciegamente en el poder institucional y aceptaban sin chistar las decisiones presidenciables y del Gobierno estatal. Hoy es otro boleto.
Nada más interesante ver la variante viscosidad de la tinta con la que se escribe la historia y crea opinión ciudadana, atendida por los actores políticos; es cuando más encantadora resulta la frase que involucra también a los perros, ya que sólo a periodicazos entienden. Como dice la canción: “¿Pero qué necesidad?”.
Los comunicadores mantienen en jaque a la clase política que hoy requiere de fuerte inversión para construir su “imagen pública”, lo cual implica la “manita de gato” del sector letrista; se vale. Ético o no, con el cuidado pertinente, para eso tienen celadores jurídicos.
De cualquier forma, la ciudadanía forja su propio criterio; ya no es tan fácil el engaño y a lo que más se le teme es al repudio público; verbigracia Elba Esther Gordillo, que admite mala fama y nula popularidad, no obstante su poder, al comandar el sindicato más grande de México; éxito rotundo de quienes le han destapado la cloaca.
Oficio peligroso, sin lugar a dudas; en México no hay garantías de seguridad para ejercerlo, especialmente en los temas que involucran la corrupción del poder gubernamental y el crimen organizado, muchas veces tomados de las manos y que han dado muerte a valientes periodistas.
Igualmente peligroso es para quienes disputan el poder institucional y requieren el “disimulo” de lo largo de sus colas y lenguas; hoy, hasta “traductores” o “voceros oficiales” tienen (en pago por evento, claro está) pero —ahí el gran pero— no siempre alcanza para inmovilizar a todas las plumas, para suerte de la ciudadanía, que ante el más mínimo “error”, da por “muerto” a los políticos.
Por eso, las candidaturas partidistas hoy se construyen a partir de la opinión pública. Ya no aplican las imposiciones; quien pretenda esto también se debe dar por “muerto”; de ahí la singular importancia de las famosas encuestas que ofrecen al aspirante y al partido un parámetro medianamente ilustrativo del “¿Voy bien o me regreso?”.
Es sabido que el camino “aspiracional” no siempre tiene el final esperado. Alguien gana y muchos pierden, pero el cuarto poder se erige victorioso siempre; nunca como ahora, la fuerza de las letras ha repercutido de forma tan asertiva en el lento, pero seguro, desarrollo social.

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