martes, 21 de febrero de 2012

La soledad de La Maestra


A muchos les constan los enormes esfuerzos de Elba Esther Gordillo para trascender el sexenio. Por ello inicialmente jugó con dos cartas:
José Ureña /
primercirculo@hotmail.com

De un lado, el priísta Enrique Peña Nieto, con quien ha desarrollado una estrecha relación política y con quien se ha jurado amor eterno.
Era natural su alianza electoral, reforzada con la presencia del profesor Humberto Moreira al frente del PRI.
Cuando Moreira fue sacado a base de filtraciones y periodicazos —lo judicial está por verse—, Peña Nieto condenó a La Maestra a tratar con Luis Videgaray.
Si los priistas de pedigrí no existen para Videgaray, mucho menos externos a quienes muchos del ala dura no la quieren por traidora en 2000 y 2006.
Si alguien tiene dudas del comportamiento de Gordillo, aquí van dos perlas:
En 2000 trabajó desde la CNOP para Vicente Fox, su amigo desde el Grupo San Ángel.
Y en 2006, ni hablar: simplemente se dedicó a destruir a Roberto Madrazo.
—Yo cuando peleo, peleo a muerte, ya lo verás —me adelantó… y lo cumplió.

EBRARD
La segunda sociedad construida por Elba Esther Gordillo era con Marcelo Ebrard, su amigo de muchos años y con cuyo grupo está en deuda.
Cabeza de su corriente es Manuel Camacho, quien en 1989 convenció a Carlos Salinas de defenestrar a Carlos Jonguitud y operó el encumbramiento de La Maestra en el SNTE.
Pero el acuerdo se rompió diferente al PRI.
Si Luis Videgaray convenció a Enrique Peña Nieto del pesado fardo representado por Gordillo, en el caso de Ebrard todo se fue al foso cuando Andrés López resultó candidato de las izquierdas.
Rota la relación formal con el PRI, La Maestra empezó a estudiar perfiles, el suyo incluido.
Aquí está la nota:
Mandó hacer una encuesta para saber cómo anda su popularidad y medir si, respaldada por la estructura magisterial, tenía posibilidades de sacar una votación decorosa y, por ende, mantener el registro y las jugosas prerrogativas.
Los números no le daban.
Si acaso lograría un magro tres por ciento —suficientes apenas para conservar su partido y el dinero del IFE— no daría buena imagen a la población.
Su cosecha electoral confirmaría los sondeos: ya no es la mujer popular, encarnada en la sociedad y combativa de 2006, como cuando destruyó a Roberto Madrazo.
Entones era el momento de lanzarse de candidata porque Roberto Campa no crecía, pero ella estaba enferma y los médicos le prohibieron la campaña.

ANTI-CHEPINA
Sus amigos tampoco cuentan con popularidad.
Jorge Castañeda se hizo del rogar y no aporta ni el uno por ciento, según sus propios números demoscópicos.
Rosario Robles ni siquiera esperó a ser llamada: se marginó antes.
Quedaba Patricia Mercado, pero dijo que no cuando se enteró que había un cuarto prospecto de candidato: Francisco Solís Peón, Pancho Cachondo o El Diputable.
Quería una mujer para enfrentar a Josefina Vázquez Mota y desacreditarla, pero al final optó por Gabriel Quadri.
¿Por qué? Simple: es académico, tiene un discurso bien estructurado y llegado el momento de los debates sería capaz de exhibir el tiradero de Vázquez Mota como colaboradora de primer nivel de Vicente Fox y de Felipe Calderón.
Está en esa línea si, de aquí a entonces, la intervención de Calderón resulta inútil y Vázquez Mota no garantiza la preservación de los cacicazgos de Elba Esther Gordillo.
Entonces podría quedarse sola. Como ahora.

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